BORDADOS DE LA VIDA
Joseph Perich
Cuando yo era niño, mi madre trabajaba mucho cosiendo. Yo me sentaba en el suelo, miraba y preguntaba qué es lo que estaba haciendo. Ella me contestaba que estaba bordando.
Observaba su trabajo de una posición por debajo de donde ella se encontraba sentada. Le decía que, desde donde yo la miraba, lo que estaba haciendo me parecía muy extraño y confuso. Era un montón de nudos e hilos de diferentes colores, largos, cortos, unos gruesos y otros finos… Yo no entendía nada.
Un día ella me llamó.
-“Hijo, ven aquí, que te coja en mis brazos”.
–Me cogió y me sorprendí al ver el bordado. “¡No me lo podía creer! ¡Desde abajo me parecía tan confuso! pero, desde arriba, pude ver un paisaje maravilloso”.
Entonces ella me dijo:
-“Hijo, desde abajo mi bordado te parecía confuso y desordenado porque tu no veías que en la parte de arriba había un bello diseño… Pero, ahora, mirando el bordado desde mi posición, tú ya puedes ver qué es lo que yo he estado haciendo”.
TEXTO:
En el servicio de acogida de una Cáritas cercana llega la hora de cerrar y aún quedan treinta personas esperando una bolsa de alimentos. La responsable les dice que hoy sólo podrán atender a diez personas más. La que hace once, una madre magrebí, protesta y no se va. Cuando la voluntaria del servicio va a cerrar la puerta se da cuenta de que cada una de las diez últimas atendidas ha sacado algo de su bolsa para llenar la de la magrebí excluida. Esta voluntaria de Cáritas me habla muy impactada por este gesto solidario inesperado.
Sé muy bien que la esperanza de la humanidad reside más en el corazón de los que «estorban», socialmente hablando, que en los competitivos y superdotados «VIPS» del mundo de las finanzas o de la política corrupta.
De hecho, en el corazón del Evangelio encontramos a los enfermos, los no rentables y a los excluidos del sistema. Podemos afirmar hoy que estas personas las tenemos en el corazón de la Iglesia, en el corazón de nuestras comunidades cristianas, en el corazón de cada uno de nosotros ¿Cuánto camino por recorrer? ¡Qué tesoro escondido por descubrir!
Jesús, condenado a muerte, torturado y ejecutado cruelmente toca fondo, «bajó a los infiernos de la humanidad». Experimentó sentimientos contradictorios: «¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?» Pero seguro que, ya en la falda del Padre, contempló y contempla el bordado que se había tejido y se teje cuando una persona es injustamente acosada y «triturada» por defender su dignidad o la dignidad de los más marginados.
Un escritor cristiano afirma: «Si hoy Jesús volviera, lo volverían a matar. Y lo matarían, como entonces, no los oficialmente malos, sino los oficialmente buenos, los «sacerdotes» y los «fariseos» actuales».
Pero también todos, más de una vez, habremos levantado los ojos al cielo exclamando:
– Papá, ¿qué estás haciendo? Lo veo todo tan confuso, veo tantos nudos, que ya no puedo más!
Y la respuesta no se hizo esperar:
– ¡Estoy bordando tu vida, hijo. Relájate, haz tu trabajo y confía en mí. Un día te pondré en mis brazos y podrás maravillarte de lo que he hecho contigo!
Que de alguna manera, estos días, podamos sentir en el fondo de nuestro corazón: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que se vive? No está aquí, ¡ha resucitado! ».
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