CUENTO: ¡BIENVENIDOS A HOLANDA!
Joseph Perich
Cuando se espera un bebé, es como planificar un fabuloso viaje de vacaciones a Italia. Se compran guías de turismo y se hacen planes maravillosos: el Coliseo, el David de Miguel Ángel, las góndolas de Venecia… También puedes aprender algunas frases en italiano. Todo es muy excitante.
Después de meses de preparación, llega por fin el día. Se preparan las bolsas y se está fuera de sí. Varias horas después, la azafata dice:
-¡Bienvenidos a Holanda!
–¿En Holanda? ¡Yo pagué para ir a Italia! ¡Toda mi vida he soñado con ir a Italia!
-Ha habido un cambio en el plan de vuelo y el avión ha tomado tierra en Holanda y aquí se queda.
En verdad, lo más importante es que no me hayan llevado a un lugar horrible, repugnante, maloliente… con hambre y enfermedades contagiosas. Se trata, simplemente, de un lugar diferente.
Debo de salir y comprar nuevas guías de turismo, incluso aprender un nuevo idioma. Se trata, ni más ni menos, de un lugar diferente. Es más lento y menos deslumbrante que Italia. Sin embargo, después de un tiempo y de recuperar la respiración, empiezo a mirar a mi entorno y observo que Holanda tiene muchos molinos de viento, tulipanes, incluso Rembrandt…
Si gastara mi vida en lamentarme por no haber llegado a Italia nunca podría ser libre para gozar de lo especial que es, las cosas encantadoras que ofrece Holanda.
A menudo me piden que describa mi experiencia de criar un niño con una discapacidad. Para imaginar y comprender lo que se siente he escrito el relato precedente.
(Una madre de Figueres que desea permanecer en el anonimato)
TEXTO
Bajo la escalera de un bloque de pisos se encuentra el zapatero que arregla mis zapatos, se llama Enriquey es un hombre afable, simpático y de buen humor. Me cuenta que es licenciado en filología, pero que se ha tenido que espabilar reparando calzado para sobrevivir. Lo que puedo certificar es que de amargado no tiene nada, todo lo contrario.
Últimamente he ido descubriendo que Enrique no es una excepción. Muchas personas para ganarse el pan se ven obligados a hacer un giro de 90º y se dedican o van a vivir en las antípodas de lo que habían programado o imaginado. Huelga decir que lo mismo pasa más allá del mundo laboral: la salud, los estudios, las relaciones familiares, la jubilación… Posiblemente no se nos haya educado para afrontar con dignidad el fracaso o la decepción; y menos aún de cómo sacar partido o una lección de vida. Para lo que sí nos han motivado es para la competitividad y aspirar al éxito o el podio, y todos sabemos -ya somos mayores- que ganador sólo hay uno, todo lo demás son perdedores.
Como contrapunto vale la pena saborear aquel dicho popular de «más vale encender una cerilla que maldecir la oscuridad». Sí, siempre hay en un cielo nublado y negro un pequeño claro que se puede convertir misteriosamente en el arco iris. Esta manera de ver no es «ir por las nubes» sino tener los pies en el suelo. Releemos lo que nos acaba de testimoniar esta madre de Figueras.
A menudo las personas menos sofisticadas, incluso las más débiles juegan con ventaja. No viven y se esfuerzan por ganar a los otros, sino para disfrutar y compartir con los demás. Me maravilla ver llegar de una competición deportiva a mis amigos discapacitados. Ninguno llega derrotado y con la cabeza baja. Todos han ganado y llevan al cuello ostentosamente más o menos medallas de oro. Todos habremos contemplado embelesadoscomo disfrutan los niños jugando al fútbol sin mirar el marcador. Si alguien se pone furioso o incluso energúmeno será, en todo caso, algún padre o madre acompañante.
Estos días me ha llegado un correo de un compañero para compartir su dolor debido a la grave enfermedad de su hermano de 21 años. «Mi hermano Vicente me acaba de hacer esta confesión: desde que he sabido que tenía leucemia he empezado a sentir paz. La relación con mi hermano se ha fortalecido con una paz indescriptible. Estos días la oración del Padrenuestro se me ofrece como el pozo de agua viva. Sí, hágase tu voluntad».
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