BANDERAS
Mª Ángeles López Romero
Vivimos tiempos de grandes lemas, proclamas grandilocuentes y tomas públicas de postura. A las 24 horas de la invasión de Ucrania, ¿quién no había añadido a su perfil de WhatsApp o de Twitter una bandera azul y amarilla? Todos nos solidarizamos públicamente con los ucranianos y apoyamos a su presidente, Zelenski.
Sin embargo, las lealtades a las causas suelen tener ahora más repercusión que profundidad. Reflexionaba sobre ello cuando entrábamos en pánico porque podía faltar aceite de girasol o leche en los estantes de nuestros supermercados. Faltar durante un par de días. Faltar en unas estanterías llenas a rebosar de otros productos sustitutivos. Faltar, como quien dice, un ratito. Y entonces se desataba el ardor mediático y la furia consumista de nuevo: y desaparecían en cuestión de horas la harina o las legumbres en conserva. Y, por supuesto, el pan de torrijas. No fuera a ser que no pudiéramos deleitarnos con el dulce típico de Semana Santa.
¿Pero qué pensábamos que era apoyar a Ucrania frente a la iniquidad de Putin? ¿Solo pintar en nuestro muro de Facebook un #Noalaguerra?
Algo parecido ocurre con el proceso sinodal iniciado en la Iglesia y liderado por el papa Francisco. La palabra sinodalidad, pese a lo extraña que nos suena, inunda documentos, congresos, convocatorias… y también tuits. Todos se suman al carro. Es lo que mola ahora. Al menos formalmente, claro. Porque, en la práctica, muchas diócesis o congregaciones religiosas, más de una y de dos comunidades pretenden que todo esto quede en una mera operación cosmética, que democratice un poquito, pero no transforme radicalmente desde las raíces la estructura jerárquica, clerical y machista que ha sostenido hasta ahora el edificio eclesial.
Y no valen medias tintas ni campañas de marketing. El momento es ahora y no hay marcha atrás. O la Iglesia renueva sus modos y maneras de gobernarse, tomar decisiones y ejercer la autoridad; o incluye a laicos, mujeres, jóvenes, personas de las distintas periferias… o quedará como un precioso museo al que ir de visita de vez en cuando, pero carente de verdadera vida en su interior.
RPJ 554 – BANDERASDescarga aquí el artículo en PDF
Eso nos jugamos en este momento. Y si no has entendido bien qué es esto de la sinodalidad, infórmate, prepárate, ¡participa! Y si no te dejan, o lo hacen de mentirijillas, ¡exige estar, hablar, compartir decisiones, participar! La Iglesia lo necesita. El papa lo defiende. Los tiempos lo demandan. Pero, sobre todo, el Evangelio y su aliento transformador esperan tras las ventanas para entrar y renovarlo todo. Para hacer que esta sea la Iglesia de Jesús y sus amados y preferidos. Y no la de los emperadores, los jefes de Estado, los príncipes y señores. No esa Iglesia que se protege a sí misma a costa de lo que sea. Sino la que se deja la vida por proteger a los que más lo necesitan. Una Iglesia con olor a oveja, residencia en las periferias, actitud sororal y democracia interna.
¿Vas a ponerte a ello en serio o a poner una nueva banderita en tu perfil de Whatsapp?
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