AVANZANDO EN EL CAMINO DE LA VOCACIÓN – Santi Casanova

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Internet y las redes sociales han ayudado a avanzar en el camino de la vocación laical propia y en la senda de los ministerios laicales. Evidentemente, también han podido ayudar al resto de vocaciones y ministerios, pero he querido destacar los laicales porque, pese a que el Vaticano II nos lanzó a abrir nuevos horizontes como Pueblo de Dios, queda mucho por hacer en este ámbito.

¿Por qué creo que la red ha ayudado a esto?

  1. Ha ayudado a asentar, también en la Iglesia, la estructura de RED más que de PIRÁMIDE. Es la estructura de muchos puntos interconectados, a diferentes alturas y latitudes, situados en diferentes coordenadas, distintos y peculiares, pero todos participando de una unidad que les reviste de una fortaleza y de unas posibilidades únicas. Es una estructura donde la cabeza estructural se difumina y donde crece la idea de colegialidad, comunidad, pueblo.
  2. Ha dado VOZ a cada creyente. Todo creyente ya no es un mero receptor (de doctrina, de normas, de interpretación de la Palabra, de vivencia, de luz). Cualquiera de nosotros podemos aportar hoy al todo: a todo la Iglesia, a todo el mundo. Da igual el sexo, la edad, el lugar… todos y cada uno de nosotros somos una voz en el desierto que puede preparar el camino al Señor, que puede predicar el Reino, que puede ser testimonio del Resucitado. Eso conlleva un gran poder y una gran responsabilidad y, ambas cosas, nos ayudan a madurar.
  3. Igual que la imprenta propició un salto cultural en la sociedad de su época y fue una de las «armas» más poderosas del humanismo naciente y del renacimiento brillante; internet es hoy un LUGAR DE ENCUENTRO Y FORMATIVO, un ámbito perfecto para crecer, para leer, para estar informado, para conocer la verdad de la Iglesia, para crecer en espíritu crítico.
  4. Y, por último, como lugar y ambiente que son, las redes sociales nos ofrecen un espacio de evangelización propia del siglo XXI. Hay TAREA. Hay mies. Hay terreno donde sembrar. Hay heridos a los que atender. Hay dolor que acompañar. Y alegría que compartir. Hay, dicho de otra manera, vida de verdad. Y donde hay vida, y donde hay hombres y mujeres, allí debe estar la Iglesia, desplegando su rica variedad de ministerios y vocaciones y mostrando el rostro más humano, y por tanto más divino, de Cristo Crucificado y Resucitado.

Un abrazo fraterno

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