Francisco nos recuerda que también «Jesús fue un joven»[1], y como vemos en su corta pero apasionada vida, estaba lleno de inquietudes y ganas por cambiar muchas cosas, a la vez que vivió integrado en la cultura y tiempo de su época. De ahí la invitación a «no crear proyectos que aíslen a los jóvenes de la familia y del mundo, o que los conviertan en una minoría selecta y preservada de todo contagio. Necesitamos más bien proyectos que los fortalezcan, los acompañen y los lancen al encuentro con los demás, al servicio generoso, a la misión»[2]. Es decir, «la pastoral juvenil debe ser siempre una pastoral misionera»[3]. Una Iglesia encerrada en sí misma y para sí misma, que igualmente quiera controlar, encerrar o sobreproteger a los jóvenes no nos salvará a nosotros, ni a los jóvenes, ni al mundo.
De hecho, son los jóvenes en dinámica de «entrada y salida», como los discípulos de Jesús, el mejor antídoto para combatir en la Iglesia la «plaga del clericalismo»[4] de la que tanto habla el papa Francisco. «Son precisamente los jóvenes quienes pueden ayudarla a mantenerse joven, a no caer en la corrupción, a no quedarse, a no enorgullecerse, a no convertirse en secta, a ser más pobre y testimonial, a estar cerca de los últimos y descartados, a luchar por la justicia, a dejarse interpelar con humildad»[5].
Estoy igualmente convencido de que si somos capaces de generar procesos que tengan claro que «la pastoral juvenil sólo puede ser sinodal, es decir, conformando un “caminar juntos” (…) mediante un dinamismo de corresponsabilidad»[6], a la vez que de «crear más espacios donde resuene la voz de los jóvenes»[7], las comunidades cristianas daremos la mejor respuesta que el cristianismo lleva dentro a los grandes anhelos y desafíos de la humanidad, que lo son especialmente de los más jóvenes: pobreza, injusticia, ecología, espiritualidad, inclusión, diversidad y, por supuesto, feminismo. El hecho de que las jóvenes y las mujeres sean la amplia mayoría social de la Iglesia, una dinámica de auténtica sinodalidad hará que ésta reaccione «prestando atención a las legítimas reivindicaciones de las mujeres que piden más justicia e igualdad»[8].
Por supuesto que la renovación de la Iglesia hacia dentro irá también de su mano para ser nosotros mismos aquello que anunciamos, tanto en los ámbitos organizativos, sacramentales, como en los propios celebrativos o litúrgicos. Se constata que «en diversos contextos los jóvenes católicos piden propuestas de oración y momentos sacramentales que incluyan su vida cotidiana en una liturgia fresca, auténtica y alegre»[9].
Pablo Santamaría
pablosantamaria@escolapiosemaus.org
[1] Christus Vivit 23.
[2] Christus Vivit 30.
[3] Christus Vivit 240.
[4] Citado nuevamente en Christus Vivit 102.
[5] Christus Vivit 37.
[6] Christus Vivit 206.
[7] Christus Vivit 38.
[8] Christus Vivit 42.
[9] Christus Vivit 224.
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