Un día, el dueño de un pequeño negocio, encontró en la calle a su amigo el poeta Olavo Bilac y le dijo:
-Señor Bilac, necesito vender mi negocio, que usted conoce tan bien. ¿Podría redactar la noticia para el periódico?
Olavo Bilac tomó lápiz y papel y escribió:
«Se vende una encantadora propiedad, donde cantan los pájaros al amanecer en las extensas arboledas, está rodeada por las cristalinas aguas de un hermoso riachuelo. La casa, bañada por el sol naciente, ofrece una reconfortante sombra por las tardes en la terraza».
Algunos meses después, el poeta se encontró con el comerciante y le preguntó si ya había vendido la propiedad.
– No pensé más en eso – dijo el hombre -. Después de leer el anuncio en el periódico me di cuenta de la maravilla que tenía.
Grandes y pequeños, en estos días de Navidad y Reyes, habremos vivido posiblemente un momento «mágico y emotivo» al desenvolver un regalo. Incluso estaremos de acuerdo en que a menudo lo disfrutamos más satisfaciendo nuestra curiosidad insaciable, deshaciendo el envoltorio en un ambiente familiar, que no valorando su coste económico.
Ahora recuerdo a las familias que esta Navidad se han obsequiado mutuamente, cogiendo una papeleta con el nombre de uno de ellos, pactando un pequeño coste, es el llamado “regalo al amigo invisible”.
Eso sí, a la hora de hacerse los regalos, se ha puesto creatividad: encontrar el lugar donde estaba escondido, adivinar su contenido y quién te lo ha regalado, canto de villancicos, besos y abrazos… Toda una fiesta.
Si en este 201…vamos por caminos de valorar más lo que tenemos, dar gracias y no añorar la fantasiosa «manzana del paraíso terrenal», seguro que ganaremos en imaginación y creatividad. Se puede abrir todo un nuevo paisaje de relaciones humanas donde lo que prime sea el compartir, la sencillez, la sensibilidad, el agradecimiento, el hacer las paces… bien lejos de la feroz competitividad y los complejos de superioridad o de inferioridad. ¿No va por ahí una de las lecciones que deberíamos sacar de la galopante «crisis» económica actual? Lástima que ahora, a toda prisa, nos vemos abocados a hacerlo con motivo del descalabro mundial, cuando precisamente se trata de la: a – b – c… del Evangelio, que parece no estrenado aún.
Una buena higiene mental en este comienzo de año sería poner un anuncio en los periódicos del tercer mundo donde se pidiera una persona que se conformara de tener lo que nosotros tenemos. El colapso de nuestro teléfono sería tan monumental que nos veríamos obligados a cambiar de número y no quejarnos nunca más.
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