Anales, gritos y memoriales con Ceija Stojka – Juan Saunier

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Es probable que Ceija Stojka (*1933 – †2013) hubiera vivido como su madre y la madre de su madre, siendo mujer de un zíngaro lovaro que mercadeaba con caballos desde Austria, noble con sus hijos, que nada hubiera dejado escrito y no hubiera pintado, si el prorrajmos nacionalsocialista no hubiera truncado su infancia, asesinado parte de su familia y acabado con la cultura de los gitanos centroeuropeos como hasta entonces era. Ella, tras sobrevivir al horror y al olvido, tuvo que alzar la pluma para abrirse a sí misma, y gritar, como confesó en una ocasión. Es de agradecer.

Me reconozco deudor de los distintos testimonios que los supervivientes de los campos de exterminio (no sólo nazis) me han dado. He descubierto que ninguna barbarie es superable, ni hay vidas arrancadas que puedan ser suplidas. Nunca habrá lecturas o visionados, lágrimas en silencio o palabras, homenajes y acciones preventivas, denuncias ni leyes que puedan tragarse tantas muertes ni vejaciones, como acertara a intuir Walter Benjamin. Los anales no acallan los gritos, los memoriales únicamente pueden ser silenciosos, reverenciales e implorantes. Donde la moral desapareció, la reparación o es divina o jamás será.

En estas líneas haré una excepción al silencio imprescindible. Cualquier palabra que señala a Dios con el dedo (le guste o no a quien busque explicaciones últimas, es así) porque apunta a lo humano en su dimensión más devastadora, no alcanza a ser sino excepción o idiotez. El mal, tan cotidiano, sólo puede ser verbalizado si quien se atreve entiende que osa violar la excepción (?) del misterio que lo envuelve y no resuelve. Ceija Stojka se adentra con sus escritos y sus pinturas porque tiene derecho: sólo los supervivientes pueden narrarse y hacer memento de los muertos. Le acompaño en el camino, como hiciera con los niños de Terezín o recorriendo de nuevo el interminable andén de Birkenau, preguntándome por qué tengo necesidad de profanar algo tan sagrado. Pero esta es, y seguirá siendo, una pregunta íntima sin respuesta.

Si alguien espera explicaciones aquí, debe abandonar su pretensión. Acuda al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y vea las pinturas y dibujos, cuya calidad excepcional no hallará en la técnica, sino en los ojos de su autora que sigue persiguiendo lo arrebatado con nostalgia de niña. O busque en Internet si ansía datos, aunque le advierto que le valdrán de poco.

Este Arte (con mayúsculas) constata que no hay salida a nuestros dilemas ni en los perros que simbolizan la fuerza (más que simbólica en su caso) del poder omnímodo, ni tampoco en los ambivalentes cuervos que Ceija Stojka admira por su capacidad de volar por encima de las alambradas, pero que no dejan de remitirnos al mal augurio de lo ya conocido (nada resuelven la expectativa inalcanzable o el sofocante recuerdo que se mueven en lo mental). Es en la vida tal cual ella se la encontró, en las ramas y hierbas de las que tuvo que echar mano para sobrevivir, simplemente en lo que hay (por mínimo y desposeído de pretensión que pueda parecer), donde germina la Esperanza.

 

‘ESTO HA PASADO’, título de la exposición que el MNCARS dedica a Ceija Stojka, está abierta desde el 22 de noviembre de 2019 hasta el 23 de marzo de 2020 en la 3ª planta del edificio Sabatini, en Madrid.