Seguimos viviendo tiempos excepcionales. Momentos de dolor, incertidumbre e incomodidades. A estas alturas de la pandemia, no es raro que entre nuestros familiares y conocidos haya algún caso de enfermedad o fallecimiento por coronavirus. Lo más triste seguramente es no poder acompañar a los enfermos y a los que mueren, debido a las medidas de confinamiento forzoso.
Igualmente dolorosa es la situación económica de tantas personas que han dejado de percibir ingresos o los han reducido sustancialmente. Esta nueva crisis económica ya está golpeando con fuerza y, como siempre, empezando por los más débiles. Según un reciente informe de Oxfam, la pobreza, que abarca a más de 3000 millones de personas en el planeta, podría incrementarse en 500 millones más como consecuencia de la pandemia si las naciones más ricas no movilizan recursos urgentes hacia las poblaciones más vulnerables.
Junto a la cara dolorosa, también hemos de reconocer que esta situación está haciendo brotar lo mejor del ser humano: un amor creativo, generoso y solidario. El mayor exponente está en el personal sanitario -a quienes no nos cansamos de aplaudir cada día desde las ventanas-, en los trabajadores de servicios y comercios necesarios, en las fuerzas de orden público y el personal de instituciones básicas. Y, seguidamente, en los voluntarios que ayudan a los ancianos y a los indigentes, los que prestan apoyo psicológico por teléfono, los que comparten en internet recursos, arte y buen humor para sobrellevar el confinamiento. Todos ellos son la fuerza del amor en estos momentos.
Sin duda esta situación es una oportunidad que debemos aprovechar para hacernos preguntas y replantearnos muchas cosas, pero en situaciones de emergencia, lo primero es aliviar el dolor con amor. ¡Enhorabuena y gracias a todos los que lo hacen posible!
Estamos viviendo estos días la celebración cristiana de un Dios crucificado y resucitado. La Pascua, como escribe el teólogo brasileño Leonardo Boff, «no es sólo una fiesta cristiana, responde a una de las más antiguas utopías humanas: la irrupción del ser humano nuevo. (…) Es efectivamente el nacimiento terminal del ser humano, como si hubiera llegado a la culminación del proceso evolutivo o lo hubiera anticipado». Que en medio del dolor vivamos estos días en la esperanza anticipada de llegar a esa culminación.
(Imagen: Orna Wachman/Pixabay)
Resumen de enlaces
Comenzamos recordando que António Guterres, Secretario General de Naciones Unidas, ha pedido un alto el fuego inmediato global para «acabar con la plaga de la guerra y luchar contra la enfermedad que asola nuestro mundo»: “Deponed las armas, silenciad los cañones, poned fin a los bombardeos aéreos. Esto comienza por el cese de los combates. En todas partes. De inmediato”. Para la guerra, nada. Y menos aún ahora.
Entre tanta información, seguimos seleccionando -seguramente con parcialidad- algunos de los muchos artículos de opinión que nos ayudan a comprender no solo lo que está pasando sino por qué y, en consecuencia, qué caminos de salida hemos de tomar.
El amor en los tiempos del coronavirus es justamente el título de un artículo de Anna Shea, de Amnistía Internacional: «¿Es posible que estas vivencias nos ayuden a comprender mejor lo que significaría ser una persona refugiada?»
Ramón Almansa, director ejecutivo de Entreculturas, se pregunta ¿Qué hay de pedagógico en el coronavirus? «Esta crisis nos está ayudando a poner blanco sobre negro algunos de los dilemas que tenemos como sociedad y como personas». Adela Cortina abre una vía desde la ética: «O sacamos los arrestos éticos, o muchos quedarán en el camino». «Si elegimos el conflicto, la polarización y la disgregación, se nos irá todo al traste y sufrirá todo el mundo, desde los más vulnerables, por supuesto, pero también los más poderosos». Pero «si nos damos cuenta de que lo importante es estar unidos, porque las personas lo merecen y porque tenemos que trabajar juntos, nos irá muchísimo mejor». Y Eudald Carbonell mira más lejos: «Pienso, en serio, que la próxima gran revolución ya no será científica y técnica. La próxima revolución será el éxito de la especie gracias al desarrollo de la conciencia… La pandemia puede servir como catarsis para reorganizar el pensamiento y transformar el conocimiento en progreso».
Celeste Condoleo en LaBioguía, recoge la opinión de especialistas de que la destrucción ambiental fue clave para que se propague el coronavirus. Gustavo Duch en Un virus del monocultivo alimentario va más allá: «En definitiva el coronavirus es una muestra, como la crisis climática con sequías y huracanas, de un sistema capitalista que no solo es muy injusto sino que es extremadamente frágil porque hemos roto todo el equilibrio natural». Y Leonardo Boff en Coronavirus: autodefensa de la propia Tierra: «La pandemia del coronavirus nos revela que el modo como habitamos la Casa Común es pernicioso para su naturaleza».
Antonio Turiel sigue proponiendo en su blog The Oil Crash una «hoja de ruta» para asumir que ya no podemos «volver a lo de antes». Poniéndose en marcha. «Es importante comprender que la vida A se ha acabado, o se está acabando, para empezar a construir la vida B, la que será nuestra vida futura». Y Qué puedo hacer yo: «Podemos sentirnos desamparados al principio, pero en realidad tenemos un mundo de oportunidades delante de nosotros». En un sentido similar se manifiesta Jorge Riechmann en La crisis del coronavirus y nuestros tres niveles de negacionismo: «Hemos estado viviendo dentro de una burbuja, una burbuja de confort falso y denegación. La crisis sanitaria causada por el coronavirus nos devuelve bruscamente a la realidad».
En un nivel más personal, con su talante positivo y entusiasta, Emma Martínez Ocaña propone Esta pandemia, ¿tiempo para la esperanza activa? «¿Y si este parón obligado… nos sirviese para desenmascarar los pies de barro de nuestra prepotente civilización dejando al desnudo la profunda vulnerabilidad de nuestra vida…?» Lo corroboran Koldo Aldai, en África ha venido a mí: «El mayúsculo error sería no aprovechar esta preciosa crisis para dar un gran salto en nuestra conciencia colectiva. El virus ha hecho que aflorara la inconsciencia de haber permanecido tanto tiempo separados, ha evidenciado cuánto nos necesitamos los unos a los otros». Xavier Melloni en Confinados por una bombarda colectiva. «Al igual que Ignacio de Loyola fue obligado a pasar nueve meses en cama por una bombarda que le atravesó la pierna, tenemos la oportunidad de hacer de este confinamiento colectivo un retiro compartido para discernir juntos lo verdaderamente importante». Y Pablo d’Ors en El trabajo espiritual: «Esta situación de crisis será para bien y nos transformará en mejores personas sólo si aprendemos a convertir este confinamiento en un retiro y, en consecuencia, a trabajarnos por dentro».
La cita espiritual. «Oración». Pierre Teilhard de Chardin
Pero hoy,
cuando por la manifestación de los poderes sobrehumanos
que te ha conferido la Resurrección
te transparentas para mí, Maestro,
a través de todas las potencias de la Tierra,
yo te reconozco como mi Soberano
y me entrego deliciosamente a Ti.
Cristo glorioso, influencia secretamente difusa en el seno de la Materia
y centro deslumbrador donde se reúnen las fibras sin número de lo Múltiple,
Potencia implacable como el Mundo y caliente como la Vida…
Es a Ti al que llama mi ser con un deseo tan grande como el Universo.
¡Tú eres verdaderamente mi Señor y mi Dios!
A tu Cuerpo en toda su extensión,
es decir, al Mundo convertido por tu poder y por mi fe
en el crisol magnífico y viviente donde todo desaparece para renacer…
yo me consagro, Jesús, para vivir y morir.
—
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En un sentido religioso reflexiona Michael Moore, en ¿Un Dios ‘anti-pandemia’, un Dios ‘post-pandemia’ o un Dios ‘en-pandemia’?: «Lo que está en juego en estas situaciones es nuestra imagen de Dios». Algo así manifiesta Karen Armstrong desde la soledad de su confinamiento: “Cuando arrinconamos a la religión, surge el fundamentalismo”. “Queremos tener razón en vez de ser compasivos, que nuestra religión sea la mejor, lo que implica que todas las demás están equivocadas. Olvidamos que cuando hablamos de Dios, Brahman o el Tao, hablamos de lo trascendente y nadie tiene la última palabra”.
Y en una dimensión práctica, Somos Conexión anuncia que Pasar la cuarentena sin saturarnos de internet es posible. «No solo por nuestra salud mental, el uso de todos estos datos arriba y abajo no es inocuo para el planeta; los datos contaminan y mucho. Si Internet fuera un país, sería el sexto más contaminante del mundo». Y el blog de Ecología cotidiana nos cuestiona: ¿Vives en una casa saludable? «El obligado confinamiento nos está suponiendo pasar muchas horas conviviendo con un gran número de sustancias tóxicas presentes en muebles, elementos decorativos, productos de limpieza y materiales de construcción, entre otros, en nuestros hogares».
No todo tiene que ser leer y reflexionar. También hemos de dejar espacio para la interioridad y la contemplación, la creatividad y la expresión artística, la gratuidad y el servicio. Y en esto no ofrecemos sugerencias. Cada cual desde donde está y hasta donde puede.
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