Mª Ángeles López Romero
El salesiano Álvaro Ginel, bien conocido en el ámbito de la pastoral juvenil, escuchó a unas mujeres jóvenes de su comunidad que le confiaban la desazón que les suponía no asistir al triduo pascual porque se imponía el plan familiar de salir de vacaciones en esos días. Y se puso manos a la obra para ofrecerles una manera alternativa de vivir el triduo lejos del templo y las celebraciones litúrgicas tradicionales. El resultado es una obra sencilla titulada Semana Santa alternativa. Sugerencias para quienes no pueden asistir a las celebraciones de Semana Santa.
Me consta que para muchas personas y colectivos dentro de la Iglesia el concepto «alternativo» es sospechoso de laxo y heterodoxo. Y habrá, seguro, más de uno y de dos que vean en este tipo de iniciativas el germen de una estrategia quintacolumnista orientada a acabar con la Iglesia y la religión católica (que tienen que ver, pero no son exactamente lo mismo).
Sin embargo, salta a la vista (y a las estadísticas) que son legión los creyentes que ya no se consideran practicantes porque la vida les ha alejado de los templos y las celebraciones convencionales, pero no por eso han perdido ni un ápice de inquietudes y necesidades espirituales. Darles respuesta de una manera asequible y realizable en sus particulares circunstancias me parece un acierto. Más aún: una necesidad urgente en estos momentos.
Solo con medidas «alternativas», diferentes, incluso transgresoras, conseguiremos captar a unos jóvenes (y no tan jóvenes) que buscan a Dios con el mismo anhelo que en tiempos pasados, pero ya no lo encuentran dentro de las iglesias. Solo saltándonos el guion establecido hace demasiado tiempo podremos obtener un resultado alternativo al que ya conocemos.
Ofrecer alternativas, no obstante, no significa minusvalorar ni abandonar o desatender lo que ya tenemos. Claro que las celebraciones litúrgicas convencionales siguen siendo una maravillosa manera de vivir, celebrar y compartir la fe en comunidad. Sobre todo, si las cuidamos y embellecemos llenándolas de vida y alegría para que no mueran de frío, pena y seriedad. Y nuestra fe con ellas. ¿Acaso hay alternativa?