La comunión siempre será un reto, nunca hay que darla por supuesta y conviene esforzarse en ella permanentemente. La tentación será el aislamiento quejoso, la soledad sufriente, el sacrificio que no se deja aliviar por otros.
Pienso en la cantidad de, por ejemplo, coordinadores de Pastoral de los colegios. Con su carga, su responsabilidad, sus familias o comunidad, sus tareas. Muchos de ellos viven en lo suyo, deseando encontrar nuevos caminos. Los encuentros de “formación” a los que van, no tejen relaciones fuertes y fructíferas. Cada uno vuelve a lo suyo, a dar lo mejor que tienen.
Pienso en ellos y… ¿y si alguien pudiera unirlos más, darles más facilidades? No en un banco de experiencias para intercambiarse entre sí, en el que todos procuran destacar para dejar bien lo suyo, sino en… ¿y si alguien los uniera para que trabajaran en común, pensasen y establecieran ciertos procesos? ¿Y si alguien cargara con esa responsabilidad?
Hace unos años, desde RPJ precisamente y con motivo de un feliz aniversario, la Iglesia de España buscó esa comunión, sin la pretensión de que fuera un simple encuentro festivo entre otras fiestas. Hubo mucha historia antes, un precioso encuentro que no era más que el pretexto y una inercia posterior que fue muy deseada. Ese impulso sigue vivo una década y algo después… ¿Tocaría volver a plantearse su necesidad? ¿Es el momento de no dar por supuesta la comunión ni dejar que las cosas “sigan”? ¿Es el tiempo de la responsabilidad generosa?
La Iglesia tiene dos grandes retos, y no sabe en ocasiones dónde mirar, ni en qué centrarse: uno respecto de lo que hay y cómo “sostenerlo” con fundamento, sin quemar personas a su paso, sin generar un martirio autoprovocado; otro en atención a lo que no hay y debe haber, en el camino que está por escribir dentro de la novedad propia de nuestro tiempo, de su provocación inherente respecto de la tradición anterior y de su libertad para que cada cual haga su propuesta. ¿En qué lugar situar esfuerzos? No es un discernimiento fácil.
Pero, pregunto: ¿No será una clave esencial en la respuesta, frente a la disgregación y la pérdida, la comunión, la relación, la pertenencia? ¿Hay algo más diferencial en nuestro tiempo que esto: Sé a quién pertenezco?