Domingo 2C, Estaba allí – Iñaki Otano

El evangelista hace notar desde el principio que la madre de Jesús estaba allí, en la boda. En nuestra vida, es importante estar. Que las cosas tan importantes que tengo que hacer no me conviertan en un gran ausente.    

Estar estando. La madre de Jesús está en la fiesta. Estará también junto a la cruz., a las duras y a las maduras. En la boda disfruta, se lo pasa bien, pero sabe también estar al tanto de algo que los demás no perciben: a los esposos anfitriones no les queda vino. Estar es también ver más allá de las apariencias.

Estar presente, participar en acciones que contribuyen a una vida más humana de las personas y de los grupos Estar presente, prestar atención a lo que está necesitando la pareja. Estar presente, escuchar el enésimo relato de las batallitas del abuelo. Estar presente, esforzarse en interpretar los signos, a veces torpemente expresados, de lo que requiere el hijo o hija. No desconectar entonces con el pretexto de que “tengo cosas más importantes en que pensar”. 

Hoy día el internet y sus satélites permiten estar en un mundo más amplio que el del propio entorno. Pero la sucesión meteórica y sin pausa de información puede dificultar el detenerse para prestar atención a algo que pasa tan deprisa. Puede ser un estar efímero. Al mismo tiempo, entraña el riesgo de ausentarse de la realidad de las relaciones cercanas e inmediatas para refugiarse en el mundo virtual. Todo el tiempo es para el ordenador. No “están” ni siquiera para los suyos. Por eso, habrá que educar en el uso conveniente de los medios tecnológicos de modo que sirvan a la apertura de la persona y no a un ensimismamiento que anule las relaciones familiares y sociales cercanas.

El evangelio de Juan está lleno de simbolismos que desbordan su sentido literal. Por ejemplo, aquí los sirvientes son los discípulos de Jesús. Estos, siguiendo su mandato, como les había recomendado María, llenarán las tinajas con la humilde agua de sus posibilidades, y eso dará lugar a que el Señor convierta su agua en un vino nuevo, abundante, que va más allá de todas las expectativas. Esa pequeña labor tuya cotidiana tiene la virtualidad de ofrecer la materia para el vino nuevo. No dejes de echar agua a la tinaja.

 

En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí; Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino y la madre de Jesús le dijo: “No les queda vino”. Jesús le contestó: “Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora”. Su madre dijo a los sirvientes: “Haced lo que él diga”.

Había colocadas allí seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: “Llenad las tinajas de agua”. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: “Sacad ahora, y llevádselo al mayordomo”. Ellos se lo llevaron.

El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua) y entonces llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo pone primero el vino nuevo y cuando ya están bebidos, el peor; tú en cambio has guardado el vino nuevo hasta ahora”. Así en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él. Después bajó a Cafarnaún con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días. (Jn 2, 1-12).

 

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