Adviento 1C, En los tiempos nuevos – Iñaki Otano

Varias recomendaciones de Jesús para que, en los tiempos nuevos, no vivamos en un desconcierto total:

– Levantaos, alzad la cabeza. No viváis pasivamente resignados a lo que consideráis “lo peor”. La liberación no está tan lejos como pensáis. Muchas de las cosas negativas que vivís son el estiércol que necesita la tierra para ser fecunda. Levantad la vista para detectar signos de liberación en cambios imperfectamente e incluso alocadamente iniciados pero que llevan ese germen de liberación. No consideréis inútil todo esfuerzo por conseguir para los de alrededor y para todos una vida más humana. Se acerca vuestra liberación. Contribuid con toda vuestra buena voluntad a su llegada. El auténtico liberador está actuando.

– Tened cuidado: no se os embote la mente… No perdáis los papeles con el nerviosismo y las sorpresas. Si os obcecáis y os resistís a mirar las cosas con la paciencia y la comprensión que quiere Dios, el golpe puede ser mayúsculo. Os puede suceder como a aquel ciclista que, al encontrarse ante un obstáculo, le entró un miedo tan paralizante que fue incapaz de frenar o desviarse. Su mente se había embotado y se vio en la imposibilidad de reaccionar.

– Estad siempre despiertos. No se trata de comulgar con ruedas de molino. La persona humana es capaz de lo mejor y de lo peor. Como dice Luis González-Carvajal, recordando unas palabras de Viktor Frankl (1905-1997), “fueron seres humanos los que inventaron las cámaras de gas de Auschwitz, pero también los que entraron en esas cámaras de gas con la cabeza erguida y rezando el Padrenuestro”. La comprensión para con nuestros semejantes no significa que haya que ser cómplice de sus desmanes. A menudo, habrá que estar despierto para discernir entre el apoyo y el rechazo, con todos sus matices, con la mayor o menor humanización como punto de referencia. Jesús dice que pidamos fuerza para escoger lo que más conviene al ser humano.

– Manteneos en pie ante el Hijo del Hombre. Permanecer, ser constante. Las circunstancias y también los propios fallos pueden agachar a uno. Aunque falle muchas veces y aunque caiga a menudo, traicionando mis buenos deseos, tratar de ponerme de nuevo en pie ante el Hijo del Hombre. De Jesús, el “Hijo del Hombre”, no tengo nada que temer porque de él recibo constantemente la fuerza para volver a estar en pie.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje.

Los hombres quedarán sin aliento por el miedo, ante lo que se le  viene encima al mundo, pues las potencias del cielo temblarán. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.

Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.

Tened cuidado: no se os embote la mente, con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero, y se os eche encima de repente aquel día: porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir, y manteneos en pie ante el Hijo del Hombre”. (Lc 21, 25-28).

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