Adentrarse en el misterio
Javier Alonso Sch.P
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A los niños les encanta escuchar relatos que los introducen en mundos imaginarios. Y les gusta más cuando los personajes tienen un perfil bien definido y, al final, hay una enseñanza valiosa para la vida.
Todas las culturas tienen sus propias narraciones míticas con las que explican de modo simbólico la realidad misteriosa que escapa a la comprensión de los sentidos. A través de ellas, el ser humano adquiere un conocimiento más intuitivo e imaginativo que con el paradigma científico-técnico. La experiencia nos muestra que la vida real no es una ecuación matemática o un experimento científico que se puede programar y controlar a capricho. Al contrario, la vida está tejida de relaciones problemáticas, ambiguas y misteriosas consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con la trascendencia.
Los mitos son relatos que dan una respuesta a preguntas existenciales sobre el origen de la vida, el amor, el sufrimiento, la vida y la muerte. Están compuestos por contrarios irreconciliables: creación contra destrucción, vida frente a muerte, dioses contra personas o bien contra mal, y proporcionan la reconciliación de los polos contrarios a fin de resolver la angustia que conlleva el misterio. A lo largo de los siglos, los pueblos han usado el mito como contenido esencial de la educación. Por su potente estructura simbólica, ha sido un recurso didáctico para que los niños adquieran una determinada visión del ser humano y del cosmos. Por ejemplo, en el mito del titán Prometeo, se cuenta que, cuando estaba todo creado, faltaba la criatura que pudiera contener dignamente el espíritu. Prometeo bajó a la Tierra y, cogiendo arcilla, modeló una criatura a imagen de los dioses. Para animar esa arcilla, pidió a todas las animales cualidades, buenas y malas, y las encerró en el pecho de la figura. La olímpica Atenea, diosa de la sabiduría y amiga de Prometeo, quedó admirada e infundió en la figura el hálito divino. En la Biblia se cuenta cómo Dios creó al ser humano modelando arcilla y posteriormente insuflando un hálito de vida. Es una coincidencia curiosa. Evidentemente, el origen del ser humano no fue así. Tampoco los autores de estos relatos pretendían dar una explicación científica que no estaban en condiciones de dar. Pero ambos sí acertaron en entender que el ser humano se compone de una parte carnal y frágil (arcilla) y una divina (halito).
Lenguaje mítico y lenguaje lógico
Los griegos sabían que los mitos eran los revestimientos de verdades filosóficas difíciles de explicar con los argumentos de la razón. Estaban convencidos de que el lenguaje simbólico era más potente que el lenguaje lógico para cualquier tema relacionado con el misterio. Pero el hombre moderno piensa que la razón es superior al mito y un estado más avanzado de pensamiento. Por ello, asocia el mito a la ignorancia, la superstición, lo irreal, y se siente incómodo con lo paradójico, lo ambivalente y lo misterioso. Si con la luz de la razón y el modelo científico de acceso a la realidad el ser humano puede entender mejor el mundo y dominarlo con la técnica, a través del lenguaje mítico, el conocimiento humano se interna en la esencia y el sentido de la realidad. Ambos paradigmas de conocimiento son necesarios y se complementan entre sí. El mito y el logos, la sabiduría y el conocimiento, el arte y la ciencia, la fe y la razón.
El progreso y bienestar de una sociedad está relacionado con las competencias que los alumnos adquieren en el sistema educativo y que ordinariamente se relacionan con las habilidades prácticas: uso del lenguaje, la lógica, la informática y el método científico. Pero una buena educación integral también debe ofrecer a los alumnos herramientas que los ayuden a adentrarse en el misterio de la de la naturaleza, del ser humano y de Dios a través de los mitos que han dado alma a nuestra civilización occidental. El patrimonio cultural de un pueblo reside en su historia, en los personajes que lo han hecho posible, en los acontecimientos que lo han marcado y en las narraciones que dan sentido a su modo particular de entender el mundo. Así que haríamos un gran bien a nuestros alumnos si nos aventuramos con ellos a entrar en el misterio a través del conocimiento de los mitos más significativos de nuestra cultura. No sería necesaria una asignatura especial, sino introducirlos como eje transversal en las disciplinas que ya existen.
A través del lenguaje mítico, el conocimiento humano
se interna en la esencia y el sentido de la realidad