ACOMPAÑANDO A OTROS: CONDICIONES BÁSICAS Y SENTIDO – Txemi Santamaría

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ACOMPAÑANDO A OTROS: CONDICIONES BÁSICAS Y SENTIDO

Txemi Santamaría

Centro de Orientación y Terapia Familiar Lagungo (Bilbao)

txemi.s@lagungo.org

Hace unas décadas veía la luz un libro que iba a convertirse en referente en el área del desarrollo personal, el acompañamiento y la psicología en muy pocos años. El libro se titulaba El proceso de convertirse en persona y su autor era un conocido psicólogo norteamericano llamado Carl Rogers.

El título del libro, por sí solo, dice bastante de su contenido. En la visión de su autor las personas estamos en proceso; es decir, a partir de las experiencias que vamos viviendo, de los avatares vitales compartidos con los seres que nos rodean, vamos construyendo nuestra identidad, lo que somos. Esta visión procesual de la vida humana nos remite a procesos, itinerarios, contextos de aprendizaje… nos lleva a preguntarnos qué contextos de aprendizaje y desarrollo promovemos en nuestros niños, niñas y jóvenes, en nuestra pastoral.

El libro está dirigido, inicialmente, a profesionales de la psicología, si bien, las claves fundamentales que se presentan se pueden aplicar en otros ámbitos. En ese sentido, la pastoral y los centros educativos pueden poner en práctica algunas de estas claves para facilitar, de ese modo, procesos de acompañamiento integrales.

El objetivo es, como ya hemos mencionado, facilitar procesos de desarrollo, contribuir a la humanización de las personas o, dicho de otro modo, crear los contextos adecuados para ayudar a «sacar lo mejor de las personas». Se propone, por tanto, algo que tiene mucha similitud con la propuesta evangélica que hace Jesús a sus discípulos. Una de las primeras acciones que realiza Jesús de Nazaret es la conformación del grupo; así, en los capítulos iniciales del evangelio de Marcos, Jesús va llamando a los que posteriormente van a conformar su grupo, serán los que le acompañarán hasta el final, el camino a Jerusalén (Mc 1,16-20).

Pero, además de conformar grupo, Jesús va generando un contexto y un clima dentro del propio grupo. Es decir, esa propuesta de un nuevo Reino que va proclamando por los caminos de Galilea empieza en las relaciones que se dan dentro del propio grupo de seguidores. En el fondo, nos encontramos con un criterio de coherencia: proclamar la Buena Noticia del Reino conlleva hacerla realidad en su entorno más próximo.

Del mismo modo, en nuestros grupos de pastoral estamos llamados a poner en práctica esa propuesta del Reino, es decir, un espacio de fraternidad donde hacemos realidad una cultura del buen trato, del cuidado de las personas. Unos espacios donde hay capacidad para hablar y resolver de modo sereno los conflictos, donde las emociones tienen cabida, donde se respetan los ritmos de las personas y donde cada uno va descubriendo su hueco y va encontrando un sentido a lo que realiza. El papa Francisco también aboga por la creación de una «cultura del cuidado», una cultura que ponga a las personas en el centro y que lleve a generar relaciones fraternas.

Cuando, en espacios pastorales, somos capaces de crear esos vínculos de cercanía y posibilidad, esa cultura del cuidado, se hace plausible acompañar a los jóvenes a descubrir el sentido de sus vidas. Así, la cuestión del sentido será el segundo objetivo en este artículo. Por tanto, podemos concretar en crear el contexto adecuado y acompañar a los niños y niñas y jóvenes a descubrir el sentido de su vida como dos de los grandes retos que tenemos en nuestra pastoral.

Presentamos, a continuación, algunas de estas claves. En primer lugar, hablaremos de tres actitudes básicas: la empatía, la congruencia y la aceptación incondicional positiva. En segundo lugar, nos centraremos en la búsqueda del sentido, donde el proyecto del Reino puede ser descubierto como sentido que orienta la vida.

  1. Las actitudes básicas

Hay tres actitudes básicas que Rogers definirá como las condiciones necesarias y suficientes para el desarrollo de las personas.

  • La aceptación incondicional positiva: tiene que ver con la capacidad de mirarse a sí mismo y a los demás desde dicha aceptación incondicional. Es una actitud que se dirige a lo más esencial de la persona, a su dignidad básica, a su sustrato fundamental. Por supuesto, eso no quiere decir que no podamos estar en desacuerdo con palabras o acciones que la persona realiza.
  • Empatía: Rogers la define como la capacidad de situarnos en el marco subjetivo de la otra persona, como si fuéramos ella. Tiene que ver con nuestra capacidad para salir de nosotros mismos, para comprender el mundo interno de la otra persona.
  • La congruencia: alude a nuestra capacidad para mostrarnos tal y como somos. Supone, por tanto, dos pasos esenciales: el primero consiste en la toma de conciencia de mis procesos interiores (pensamientos, emociones y sensaciones); el segundo supone relacionarme y vivir en coherencia con esos procesos básicos.

 

2. La búsqueda de sentido

Este va a ser uno de los grandes objetivos en nuestros procesos de acompañamiento, facilitar que niños, niñas y jóvenes vayan descubriendo, en el ágora de su día a día, el sentido de su vida. El psicólogo Viktor Frankl profundizó en este elemento constitutivo de la naturaleza humana y lo denominó voluntad de sentido. Este autor, a partir de su experiencia en un campo de concentración, fue testigo de esta capacidad humana que es capaz, incluso en las condiciones más adversas, de buscar el sentido de su vida.

Esta tarea de descubrir el sentido de lo que hacemos no se resuelve de un modo global y abstracto, sino que toma forma en las acciones que conforman nuestro día: estudiar, participar de un grupo de tiempo libre educativo, salir con los amigos, comer con mi familia… como afirma Francesc Torralba «lo que les pasa a miles de seres humanos en las grandes urbes tecnológicas del siglo XXI es el fenómeno de la desgana vital, padecer una crisis de voluntad, la noluntad».

Desde esta perspectiva el reto es ayudar a que niños, niñas y adolescentes tomen conciencia de su vida, de la oportunidad que late en cada actividad que realizan, en cada relación que construyen. En definitiva, el reto de apasionarnos con lo que hacemos. Este elemento se relaciona, de modo directo, con el modo en que los jóvenes van encontrando su vocación: ¿a qué me siento llamado? ¿cuáles son mis capacidades? ¿qué necesidades hay a mi alrededor a las que yo puedo responder, de algún modo? Francesc Torralba lo expresa por medio de esta gráfica metáfora: «Una vid no posee sentido por el mero hecho de ser longeva; tampoco se convierte en absurda por ser breve. Posee sentido cuando uno puede expresar su vocación, exteriorizar su talento en el mundo, crear belleza y bondad a través de ella»”.

En este trabajo de acompañamiento te proponemos el paso de la pregunta ¿por qué? al ¿para quién?, una obertura en tres tiempos que describimos a continuación. A menudo, cuando queremos cuestionar o confrontar a alguien le preguntamos ¿por qué?, es una cuestión que alude a las razones. Si bien, esta pregunta conlleva implícito un juicio, un cuestionamiento de fondo que hace que el interlocutor tenga que justificar su elección. Así, en un proceso de orientación profesional, por ejemplo, podríamos preguntar a un joven: «¿por qué quieres estudiar medicina?». Un segundo momento vendría marcado por la pregunta ¿para qué?; es decir, ayudamos a reflexionar lo que se busca con una acción o decisión. Siguiendo con nuestro ejemplo, plantearíamos al joven: «¿para qué quieres estudiar medicina?». En la respuesta a esta pregunta entrarían cuestiones como ayudar a otros, ganar dinero, tener prestigio social… Pero, desde una perspectiva evangélica, un tercer momento vendría marcado por la pregunta ¿para quién? Esta cuestión nos remite al otro ineludiblemente, nos descentra, nos ayuda a encontrar en el prójimo algunos de los motivos de nuestras acciones. Volviendo a nuestro ejemplo la pregunta a realizar sería: «¿para quién quieres estudiar medicina?». En este caso, las respuestas podrían ser: para niños y niñas, para personas que sufren, para los que tienen enfermedades con difícil cura o para las personas sin recursos.

El objetivo es crear los contextos adecuados para ayudar a «sacar lo mejor de las personas»

El reto es ayudar a que niños, niñas y adolescentes tomen conciencia de su vida

En este trabajo de acompañamiento te proponemos el paso de la pregunta ¿por qué? al ¿para quién?

 

 

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