ACOMPAÑAMIENTO PASTORAL DE LA DIVERSIDAD SEXUAL – Maria José Rosillo

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ACOMPAÑAMIENTO PASTORAL DE LA DIVERSIDAD SEXUAL

Maria José Rosillo

rosillotorralba@gmail.com

Lee estos testimonios reales y responde a las preguntas que te proponemos.

«Maribel es una niña transgénero de 8 años. Acude a clase radiante porque ese día es su cumpleaños. Van a venir sus abuelos a casa a merendar con ella y soplar las velas. Le ha pedido a su madre que le regale esa muñeca que ha visto en el escaparate de la tienda que tiene el pelo rubio como ella y va a jugar a peinarla. Hace mucho tiempo que no van a su casa, pero no sabe por qué. Por la tarde, recibimos la llamada desesperada de su madre. El cumpleaños ha sido un desastre. Elsa está destrozada en su cuarto. Lleva horas dentro sin parar de llorar. Sus abuelos le han reñido por ponerse ese vestido ridículo y esos lazos de colores en el pelo. Le habían traído una equipación de futbol y le habían dicho que era con eso con lo que tenía que jugar porque era un chico y eso es a lo que juegan los chicos»”.

«Ana y Karen son dos chicas de 15 y 17 años que se conocieron en los grupos de la parroquia. Habían coincidido en algunos campamentos y luego en su formación para recibir el sacramento de la Confirmación. Lo celebraron como uno de los días más felices de su vida, porque reconocían su fe libremente —me decían—. Desde entonces participaban de forma activa en las catequesis de los más pequeños. Estaban comprometidas con su comunidad y acudían a todos los retiros y campamentos cristianos porque allí oraban juntos, cantaban, tenían un enorme grupo de amigos y catequistas y adoraban a su responsable que era el padre J. Incluso hasta se habían planteado sus vocaciones religiosas en alguna congregación misionera. Entre ellas tenían una amistad muy grande, basada en la lealtad y la confianza mutua. Pero un día en sus confidencias ambas reconocen lo que una siente por la otra. Con el miedo al rechazo o al desprecio, no querían decírselo a nadie. Pero creían que debían ser coherentes y sinceras y acudieron a su responsable parroquial. Unos días después, las invitaron a ambas a marcharse de sus grupos y a que traspasaran todas sus responsabilidades a otras catequistas. Su relato y su emoción contenida fueron desgarradores».

Estos son testimonios reales de este siglo, del año 2021, acontecidos escasamente unos meses y que he acompañado en nuestro dispositivo de atención a personas LGTBI+. Las preguntas que os proponemos para la reflexión son estas:

Preguntas para la reflexión

  • ¿Qué describen ambas situaciones?
  • ¿Qué sentimientos os despierta a cada uno/a?
  • ¿Qué sucede en la familia de Maribel para que reaccionen de ese modo?
  • ¿Qué sucede en el responsable parroquial de Ana y Karen? ¿Por qué da esa respuesta?
  • ¿Qué podríamos decirle a Maribel para calmarla de su dolor? ¿Qué podríamos decirles a sus abuelos? ¿Qué podríamos decirle a Ana y Karen para mitigar ese desgarro de tener que abandonar su parroquia? ¿Y al responsable parroquial? ¿Qué podríamos hacer desde nuestro ser cristianos? 
  • ¿Dónde podemos ver una prueba de amor en cada uno de los casos?
  • ¿Cómo creemos que respondería Jesús ante Maribel? ¿Y qué les diría a Ana y Karen si le hubieran consultado a él, sus dudas? 

 

¿Cómo debe ser el amor verdadero?

«El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue».

(1 Corintios 13,4-8a)

  • Paciente: padece y soporta, resiste con entereza las debilidades y defectos de la otra persona.
  • Bondadoso: ofrece en todo momento el bien con amabilidad y dulzura.
  • Sin envidia: no resiente ni se entristece ante el bienestar de la otra persona. Más bien se alegra y celebra.
  • No se alaba en exceso ni está lleno de orgullo: no resalta sus méritos y cualidades en todo momento. No exalta sus sacrificios y esfuerzos ni menosprecia a la otra persona.
  • No es rudo: no es descortés, violento o grosero, sino que entiende y considera los sentimientos y el bien del otro.
  • No es egoísta: no demanda sus derechos ni exalta su propio interés. Presta atención y cuida los intereses de la otra persona.
  • No se enoja fácilmente: no pierde el control ni se ofende con facilidad.
  • No guarda rencor: no mantiene en su mente y corazón los errores y ofensas que, a su entender, ha cometido el otro.
  • No se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad: no se alegra cuando la persona amada comete un error. Se regocija cuando actúa con rectitud y corrección. Busca la verdad y actúa.
  • Todo lo disculpa: perdona y no anda difundiendo las faltas de la otra persona. Intenta entender los motivos.
  • Todo lo cree: confía en la bondad y los buenos motivos de la otra persona a menos que haya evidencia irrefutable de lo contrario.
  • Todo lo espera: tiene esperanza y es optimista. Confía en las promesas de Dios y está dispuesto a esperar para ver los cambios y las bendiciones anheladas.
  • Todo lo soporta: persevera y permanece con paciencia en medio de las pruebas y dificultades. No es pasivo sino activo; busca soluciones a los conflictos junto a la otra persona.
  • Nunca se extingue: No termina, no tiene fin, no se acaba. Es eterno.

Pero además hay otro mensaje clave sobre el amor en las Sagradas Escrituras:

«El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él» 1Jn 4,16

​Preguntas para la reflexión

¿Dónde están las muestras de amor en los testimonios anteriores? ¿En Maribel? ¿En Ana y Karen?

Al final de lo que se trata realmente es de sentirnos amada@s incondicionalmente por Dios. Su capacidad de vernos como Él nos ve. Conseguir estar en paz con quien nos ha creado para ser nosotros en plenitud (1Pedro 2,9).

Es posible que las personas con las que convivimos, aquellas que tenemos más cerca, tengan prisa por darnos su opinión sobre nosotros, sus quejas, sus críticas, hasta su desprecio por nuestra forma de ser. Pero mientras nuestros actos sean fruto del amor y del servicio a los otros, no tenemos que temer nada.

Lee despacio el Salmo 139,1-16.

¿Cómo describirías el amor de Dios contado en estos versículos? ¿Con qué palabras podrías calificarlo?

Dios nos hace posible que vivamos. Nos da vida con sumo cuidado, con mucho amor. Como si fuéramos una criatura vulnerable en sus manos. Y Dios no comete errores en sus criaturas y todas ellas son maravillosas y dignas de cuidado.

Nos recuerda en la 1Samuel 17 nuestra necesidad de mantenernos fieles a nuestro ser. En esta lectura se cuenta la historia de cómo el ejército israelita se enfrentó a un gigante llamado Goliat, campeón de los poderosos filisteos. Sin embargo, cuando Goliat salió a pelear, los soldados israelitas estaban aterrorizados y el joven David era el único dispuesto a ir a la batalla (1Samuel 17,1–11, 16). Pero David era un chico joven, sin experiencia en la guerra. Fue necesario convencerlo y le obligaron a vestirse con la propia armadura del rey.

Sin embargo, David se dio cuenta rápidamente de que no podía ir a la batalla vestido con la armadura de otra persona porque no era la suya. No estaba acostumbrado a ir vestido de ese modo y, además, le pesaba mucho. No podría moverse con libertad. Así que decidió quitarse la armadura de Saúl, agarró su bastón de pastor y recogió cinco piedras lisas y una honda. Armado solo con esos elementos que le resultaban familiares, se acercó al gigante (1Samuel 17,37–40).

Goliat llegando a su encuentro, se burló de David, tratando de intimidarlo, David respondió sabiendo que Dios le daría la victoria sobre el gigante (1Samuel 17,41–45). El joven David pasó a hacer lo que nadie pensó que pudiera hacer. La honda de la que Goliat se había reído una vez lanzó una piedra que lo golpeó y lo mató, y los israelitas derrotaron a los filisteos ese día (1Samuel 17,46–51).

David derrotó a Goliat, pero tenía que ser fiel a sí mismo para poder hacerlo. Si hubiera intentado ir a la batalla con la armadura de Saúl, no habría podido usar las armas con las que estaba familiarizado.

Recuerda siempre que no puedes derrotar a tu Goliat con la armadura de otra persona, o con las herramientas que otros te sugieras que debes usar. Aprender a ser uno/a mismo/a es fundamental para cualquier tipo de victoria en tu vida. Es posible que otros no comprendan tu singularidad, pero Dios sí, y eso es lo más importante que debes recordar.

Tienes mucho para dar al mundo y ahora es el momento de empezar a hacerlo. Es un nuevo día, un nuevo comienzo para ti, si estás listo para abrazarlo. Eres el amado de Dios y Él tiene grandes planes para ti, así que ajústate el cinturón de seguridad y prepárate para el viaje hacia la autenticidad.

TEXTO DESTACADO

Aprender a ser uno/a mismo/a es fundamental para cualquier tipo de victoria en tu vida.

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