Acción sindical – Raúl Fernández Escalada

Se puede estar más o menos a favor de la labor de los sindicatos hoy en día, pero es innegable que las luchas sindicales han configurado nuestro presente. La revolución industrial trajo un cambio de paradigma en el que se necesitaba mucha gente en las cadenas de producción. Unos pocos se enriquecían y muchas personas eran explotadas en largas jornadas de duro trabajo sin posibilidad de descanso, ni vacaciones, ni protección ante accidentes o quedando directamente apartados si se enfermaban. Las revueltas de finales del S XIX y durante todo el siglo XX (la revuelta de Haymarket en Chicago, huelgas mineras y de la metalurgia y de los astilleros más recientes) hicieron que el panorama cambiase y hoy sea posible para muchos trabajadores y trabajadoras alternar un trabajo justamente remunerado con un ocio satisfactorio y un proyecto de familia conciliable. Pero eso no es una realidad para gran parte del movimiento obrero de nuestro país y aún menos si miramos la foto a nivel mundial.

Sin embargo, está claro que no se puede vivir de viejos laureles. Hay quien ve en los movimientos sindicales algo del pasado, que tuvo su momento pero que hoy solo sirve para mantener privilegios. La precariedad sigue existiendo, los medios paupérrimos que generan accidentes laborales (normalmente entre los más humildes), los empresarios que retuercen las figuras legales inicialmente orientadas a fomentar el trabajo entre jóvenes y mayores, el aumento de los contratos temporales, la amenaza del puesto de trabajo ante una baja “demasiado” larga…todo esto hace que, aunque muchas personas tengamos un puesto de trabajo digno, la amenaza de trabajos que no nos permitan hacer planes de futuro, compatibilizar trabajo y familia o tener acceso a una vivienda están creciendo alarmantemente y la sociedad asume con cierta resignación que nuestros hijos e hijas puedan volver a situaciones más precarizadas y que se pierdan ciertos derechos sociales a los que nuestros padres, madres y abuelos accedieron llenando de reivindicaciones las calles. 

Contrariamente a lo que se pueda pensar, esto viene acompañado de nuevos records de beneficios empresariales. Los objetivos de las empresas tienen muy relegado en su priorización el bienestar de sus empleados y empleadas. Son un coste fijo, que hay que reducir para aumentar beneficios. El objetivo es el accionista satisfecho (igual alguien todavía pensaba que era el cliente)

Esto nos atañe también a nosotros y nosotras como personas trabajadoras (o padres y madres de quienes también lo son o serán). Como cristianos y cristianas tenemos otra forma de ver la vida. Por defecto la historia la cuentan los poderosos, los acaudalados, los ganadores, los blancos, los hombres, los heterosexuales, …sin embargo desde los movimientos cristianos, feministas, antirracistas, colectivos LGTBI, ecologistas, colectivos de migrantes y también desde los movimientos sindicales lanzamos otro relato y ese relato tejido desde diferentes

conciencias es una historia muy diferente, porque en ella no sobran las

personas pobres, se empodera a las mujeres, se fomenta la igualdad, se priman otros intereses por encima de la economía especulativa o del beneficio y del crecimiento basado en el PIB.

Los movimientos sindicales son un ‘DEBE’ de cualquier trabajador o trabajadora cristiana. Es una llamada a la solidaridad, a la organización social y a la lucha por un mundo más justo. Tenemos que implicarnos en un mundo, el del trabajo, que como el resto de los ámbitos cambia y se reestructura a velocidad de vértigo. Creo que en los próximos años hay retos muy interesantes en este campo:

  • Adaptarse a una realidad en la que cada vez los trabajadores y trabajadoras no son la principal fuerza de la economía ante los procesos de automatización. Las máquinas y los algoritmos sustituirán muchos puestos de trabajo actuales en las próximas décadas.
  • La solidaridad entre personas con trabajos más dignos unos y otros más precarizados. También entre

quienes son de aquí y de allí. No puede haber un ‘nosotros’ con avances que dejen gente excluida por el camino.  Concienciarse de que somos uno con los movimientos ecologistas, feministas… La creación de puestos de trabajo no puede ser un fin en sí mismo. Las reivindicaciones sindicales no pueden chocar con otros avances sociales.

Creo que es un compromiso que merece la pena. Como tantos otros que tratan de llevar un discurso contrapoder muchas veces es denostado desde los grandes medios y también lamentablemente otras veces se denosta a sí mismo, pero cualquiera que intente trabajar por una sociedad más equitativa y menos empobrecida puede encontrar aquí su sitio y un lugar desde donde enfocar la acción.

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