Iñaki Otano
Domingo 3 del tiempo ordinario
Al enterarse Jesús que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías:
“País de Zabulón y país de Neptalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande: a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló”.
Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: “Convertíos porque está cerca el Reino de los cielos”. Paseando junto al lago de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: “Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres”.
Inmediatamente dejaron las redes y le siguieron. Y pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo. (Mt 4, 12-23)
Reflexión:
El teólogo marianista peruano Eduardo Arens dice que “en la medida que el discípulo de Jesús prosigue la causa del reino comprenderá mejor quién es Jesús”. Conocer a Jesús implica identificarse con la razón de ser de su existencia: hacer realidad el reinado de Dios entre los hombres.
“Entre la predicación verbal y la praxis de Jesús había una admirable coherencia y complementariedad”. Proclamaba el reino de Dios con la palabra y con la entrega a las personas para hacerlas más humanas al hacerlas más fraternas derribando muros discriminatorios, al perdonar pecados y eliminar miedos y angustias existenciales; “es decir, al liberar al hombre de las ataduras que le impiden ser plenamente humano, inclusive las religiosas, y que por tanto le impiden estar más cerca de Dios y ser su real imagen”. En el Padre Nuestro Jesús pide y nos invita a pedir: “Venga a nosotros tu Reino”.
La conversión a la que llama Jesús es la de aceptar ese reinado de Dios, es decir, esa cercanía, esa transformación humanizadora. Dejarse humanizar y unirse a la acción humanizadora. “La exhortación a la conversión iba dirigida a todos sin excepción, incluidos los justos. ¡Y cuántos ‘justos’, seguros de su justicia, la rechazaron!”.
Jesús llama a seguirle asumiendo como propia su causa evangelizadora, que el evangelista resume en, por una parte, enseñar en las sinagogas y proclamar el Evangelio, y, por otra, curar las enfermedades y dolencias del pueblo. La palabra y la acción. Expresar sin miedo la luz que ilumina la propia vida y, al mismo tiempo, ayudar a las personas y a la sociedad a superar las enfermedades y dolencias.
A Simón y Pedro, a sus discípulos, Jesús quiere hacerles pescadores de hombres. Les llama a ayudarle a rescatar a las personas de las “aguas abismales” del mal e introducirlas en la vida del Reino de Dios. “Sacar a los hombres del mal era sacar la mejor calidad humana de esa mar turbia de inhumanidad que solemos ser los humanos; es decir, sacar ‘la mejor versión posible’ de cada persona” (F. Javier Sáez de Maturana)