A VOSOTROS, JÓVENES – D. Juan María Uriarte Goiricelaya,

El pasado mes de agosto tuvimos la suerte de comprobar esa alianza entre mayores y jóvenes de la que tanto nos habla Francisco. Fue en el Piarist Synod Europeo, y su protagonista fueron 80 jóvenes de toda Europa, en diálogo con un obispo emérito que ha desgastado su vida animando a miles de jóvenes.

A VOSOTROS, JÓVENES, Juan María Uriarte Goiricelaya, Obispo emérito de San Sebastián

 

0.- Cuatro anotaciones, para empezar:

 

  1. Soy alumno de Escolapios. Soy como vosotros y vosotras, alumno de los escolapios. Por eso estoy en mi casa entre vosotros. Vine ayer desde Bilbao para pasar el día de hoy con vosotros. Me han invitado a que os hable y tengamos un diálogo franco y abierto por la mañana, y, por la tarde celebremos juntos la eucaristía. Soy mayor. Tengo 85 años. No hablo vuestro lenguaje juvenil, pero quiero a los jóvenes. Espero recibir de vosotros un baño de juventud.

 

  1. Aportáis a un Sínodo de Obispos sobre vosotros.

 

Desde todos los continentes los jóvenes estáis ofreciendo con vuestras aportaciones un rico material de reflexiones, preguntas y propuestas que el mes de octubre un buen grupo de obispos van a recibir y examinar atentamente para aprender de vosotros y conocer mejor vuestra situación y vuestras aspiraciones. Después, ellos pondrán en común sus propias reflexiones sobre vosotros y sobre la manera en que debemos trataros en la iglesia y debemos abrir espacios para que participéis activamente en la vida de la gran familia de los cristianos esparcida por el mundo. Ofrecerán al Papa Francisco sus reflexiones y él escribirá para todos los cristianos (especialmente para vosotros) una gran carta que nos oriente y nos aliente para que jóvenes y mayores llevemos adelante en el mundo el proyecto de Jesús. Por supuesto, asistirán algunos jóvenes a este sínodo de obispos con el Papa y hablarán ante ellos. Vale la pena que os hayáis implicado a fondo en la preparación de este acontecimiento.

 

  1. Sois una parte minoritaria de la juventud mundial.

 

Sabéis que vosotros, los jóvenes cristianos, aunque sois millones en el mundo, sois una parte minoritaria de la juventud. En muchos lugares de Asia el número de jóvenes cristianos está creciendo. También en África. Se mantiene bastante bien en América. En cambio en Europa, una gran mayoría de jóvenes se han alejado de la comunidad cristiana y de la fe. Por ejemplo, según el eminente sociólogo González Anleo, en España sólo el 16,3% de los jóvenes considera la fe importante para su vida. Y esto que sucede en España, sucede, más o menos, en toda Europa.

 

¿Y el futuro? Nadie puede atraparlo con las manos, pero es probable que este porcentaje siga descendiendo por ahora. ¿Después? Nadie lo sabe. La historia suele dar muchas vueltas, pero de momento, vosotros estáis comprobando esta creciente indiferencia en muchos de vuestros colegas. Los que sois catequistas veis gran frialdad religiosa en las generaciones siguientes a la vuestra. Puede que, más de una vez, entre vosotros mismos, asome a veces la duda: “¿no me estaré jamando coco con este galimatías de la fe?”.

 

No es malo que emerjan las dudas; hay que saber tratarlas correctamente. Es verdad que muchos han dejado la fe sin conocerla con hondura, sin experimentar su belleza, su capacidad de dar marcha a nuestra vida, sin haber tenido ninguna experiencia creyente. Han abandonado una fe deformada y empobrecida, una caricatura de la fe auténtica. Han dejado no sólo “el agua sucia de la bañera” sino también al niño que estaba en ella”.

 

  1. Un racimo de preguntas.

 

Entonces, el racimo de preguntas juveniles que quisiera lanzaros y a las que quisiera ofrecer una inicial respuesta es el siguiente: ¿Cómo nosotros podemos mantenernos y crecer en la fe en este ambiente desfavorable, ahora y cuando seamos adultos? ¿Qué actitudes y comportamientos hemos de cultivar cada uno de nosotros/as y el grupo al que pertenecemos? ¿Qué realidades, qué testimonios, qué experiencias, qué actividades alimentan mi fe, nuestra fe? ¿Qué factores la enfrían y nos hacen dudar? ¿Cómo nos situamos nosotros, los creyentes ante un joven que no cree? ¿Tenemos el valor de declarar, sin orgullo y sin complejos cuando un joven o un grupo afirma ante nosotros (ante mí) que la fe es un relato caducado, enemigo de la ciencia y contraproducente para el crecimiento de la persona y para la renovación de la sociedad?

 

Nuestro comportamiento responsable, solidario, amable, pacífico, servicial ¿es coherente con nuestra fe? ¿Lo notan mis compañeros no creyentes, dubitantes, fríos? Mi fe, ¿le da un toque diferente a mi forma de pensar, de sentir y de comportarme ante el dinero, el éxito, el amor, el perdón, etc.? ¿Me da alegría y “marcha” para vivir?

 

Son preguntas para vosotros. En el espacio de tiempo del que disponemos en esta mañana sólo puedo sugeriros de manera condensada diez indicaciones necesarias para mantenernos y crecer en la fe y dar testimonio de ella.

 

(Voy a reservar los números 1,2 y 3 para la homilía del atardecer). Así podremos contemplar un poco más holgadamente los números siguientes.

 

NOTA DE TRANSCRIPCIÓN: en la charla, Don Juan Mari pasó a abordar el punto 4. Preferimos mantener el esquema original.

 

1- Enganchados a Jesucristo:

 

  1. Amigos y amigas fuertes de Jesús.

 

Una relación viva y fresca con él. Esta relación es viva cuando somos, como decía Santa Teresa de Ávila “amigos fuertes” de Jesús. No sólo espectadores ni sólo admiradores. Un amigo fuerte desea descubrir cómo es por dentro la persona a la que se siente vinculado. Si lo intentamos y nos dejamos ayudar en este descubrimiento, descubriremos en Jesús un doble rasgo: la pasión por Dios, su Padre, y la debilidad por sus hermanos que sufren y son descartados o marginados. Él se siente hijo de Dios y hermano universal. Y en torno a este doble descubrimiento, si somos sus amigos, percibiremos la inmensa riqueza humana de Jesús: libre, servicial, sensible, defensor de los maltratados por la vida, gozosamente sereno, capaz de entregarse generosamente, capaz de sufrir sin romperse ni amargarse, dispuesto a perdonar, pacificador.

 

Si queréis manteneros y crecer en la fe, habréis de ir descubriendo progresivamente a Jesús hasta poder hacer vuestras estas palabras escritas por un gran creyente hace muchos siglos: “Cristo delante, Cristo detrás, Cristo a mi derecha, Cristo a mi izquierda, Cristo encima, Cristo debajo, Cristo dentro de mí”.

 

  1. “Estoy tan lejos…”

 

Tal vez alguno de vosotros esté pensando ahora: “estoy tan lejos de esto que me desanimo”. No. Basta que desees de corazón que esto pueda darse en ti. Basta que se lo pidas a Jesús con aquellas palabras de un padre atribulado del evangelio: “creo en ti, Jesús, pero fortalece mi fe que es débil”.

 

  1. Preguntas.

 

En las primeras páginas de la Biblia leemos que Dios preguntó a Adán, que se ha pringado por seguir un mal consejo y se esconde de Dios: ¿Dónde estás? También, más adelante Dios hace otra pregunta al hijo mayor de aquél. “Caín, ¿dónde está tu hermano?”. Dos grandes preguntas para ti y para mí. ¿”Estoy despierto o dormido en la fe”? ¿Decidido a seguir a Jesús por los caminos que él quiere? ¿O por los que yo he elegido por mi cuenta, sin contar con él? ¿Buscando a Jesús o huyendo de él porque, como Adán me encuentro desnudo o tengo miedo de que, si le miro a la cara tendré que cambiar en mi vida algo que no quiero cambiar? ¿Deseoso de entrar en un contacto con él que sea más profundo, más íntimo, más comprometido? ¿Dispuesto a entregar todo el ser a la causa de Jesús desde una manera u otra de vida o reservándome para mí ciertas zonas como mi comodidad, mi uso alegre del dinero, mi escasa dedicación al estudio o al trabajo profesional, mi vida sexual?

 

2- En diálogo orante con Jesús:

 

  1. Impulso servicial generoso…

 

Llevados de un impulso generoso, bastantes jóvenes creyentes y no creyentes se prestan a ofrecer servicios a los demás, movidos por su sensibilidad social: atender a comedores de inmigrantes o desplazados, dar clase a chavales con atraso escolar, echar una mano en campamentos de verano, etc. Algunos, después de un tiempo, perdida la sensación de novedad, sienten cansancio, rutina, falta de ilusión. Otros resisten y se van implicando, cada vez con mayor intensidad. ¿Qué les pasa a los primeros? Les falta “fuelle”.

 

  1. Pero necesita “fuelle

 

Para seguir sirviendo hace falta “fuelle”; para moderar mis impulsos agresivos o sexuales hace falta “fuelle”. Un fuelle completamente necesario en la vida de un chico o una chica creyente es aprender a orar y practicar al menos ¼ de hora de oración.

 

  1. Orar 15’ al día.

 

Aprender a escuchar a Jesús en el Nuevo Testamento, en los buenos testimonios que registro en mi entorno, en las sensatas indicaciones que recibo. Aprender a responder a Jesús hablándole de tus deseos y problemas y de los deseos y problemas de otras personas que conoces y no lo están pasando bien. El que sabe desenvolverse con este fuelle de la escucha y respuesta a Jesús, es decir, del diálogo con él, persevera, progresa, sirve cada vez más y mejor, se controla mejor y … vive más contento, con más paz en el corazón.  

 

¿Estás aprendiendo a orar? ¿Tienes la costumbre de dedicar unos minutos al día a orar? ¿Practicáis la oración en común cuando, en vuestra vida ordinaria tenéis una reunión? ¿Esta oración es un puro trámite o es algo serio, auténtico, suficientemente amplio y extenso para que “rompáis a orar” como se “rompe a sudar” en la montaña o en el deporte?

 

Dadme un chico o una chica que hace 15 minutos diarios de auténtica oración y Jesús hará de él o de ella un cristiano de arriba abajo. Si no lo hace, no doy ni un euro por su fe futura.

 

3- Un comportamiento ético coherente con la amistad con Jesús:

 

  1. Las dos preguntas del joven creyente

 

Voy a relataros un testimonio histórico de un muchacho no creyente de 20 años: a mí que “paso de la fe”, un amigo cristiano me invita a que me una a su grupo creyente. Yo le miro. Busca su provecho como yo; cuando le conviene miente como yo; ante sus compañeros marginados, se da la vuelta, como yo; siempre que puede “se guarda la ropa” como yo. Los fines de semana bebe de sobra, como yo; con las chicas se comporta como yo “hasta donde le dejan”. Para hacer esto y además ir a misa, yo no me convierto.

 

Tener amistad con Jesús es comportarse a su manera, naturalmente adaptando este comportamiento a nuestro tiempo y a las circunstancias concretas de nuestra vida. Hay una pregunta que todo joven cristiano o cristiana tendría que hacer a Jesús: “Jesús, si tuvieras mi edad, mi familia, mi pandilla, mis estudios, mi carácter, mi sexualidad, mi cuerpo, mis deseos y aspiraciones, etc. ¿Cómo te comportarías? ¿Qué harías y qué dejarías de hacer? En estas circunstancias de mi vida ¿Qué harías y qué dejarías de hacer? ¿En estas circunstancias de mi vida qué quieres que haga, que elija, que deseche?

 

  1. Un proyecto personal de vida (PPV).

 

Hay una manera concreta de responder a estas preguntas: elaborar, con la ayuda de una persona de vuestra confianza, más avezada que vosotros/as, un  proyecto e vida personal (PPV) que contemple todos los aspectos importantes de vuestra vida: la relación con la familia, con el grupo cristiano de referencia, con la pandilla de colegas, los estudios o el trabajo profesional; los compromisos de servicio a los necesitados, la vida sexual y afectiva, la vida de pareja si la tenéis y, por supuesto, vuestra vida de oración.

En cada uno de estos aspectos te vas fijando una meta parcial y realista y, de tiempo en tiempo, (por ejemplo una vez al mes) revisas y contrastas cómo te van las cosas. Una manera de ir creciendo, enriqueciéndote como persona y como creyente y de ir adquiriendo paz y alegría interior.

 

4- Dejarse acompañar:

 

  1. Un hallazgo de la psicología y la pedagogía

 

Las ciencias psicológicas y pedagógicas han descubierto que (sobre todo en la adolescencia y primera juventud) entre los 14 y 25 años aproximadamente, es extremadamente saludable para crecer bien en los principales aspectos de vuestra vida, contar habitualmente con una persona más madura y preparada, para que con su ayuda nos forjemos nuestro proyecto de vida y vayamos realizándolo con él periódicamente. Es decir: es vital tener un acompañante adecuado.

 

  1. Perfil del acompañante.

 

Este acompañante no es nuestro director en el sentido fuerte de esta palabra. No nos dicta por dónde tenemos que avanzar. Un acompañante nos expresa lo que ve en nosotros de positivo para cultivarlo y de defectuoso para corregirlo o debilitarlo. Nos brinda su consejo. Es libre para decir lo que ve, pero respeta nuestra libertad y decisión aunque no esté de acuerdo con ella. Es respetuoso con nuestra intimidad, con aquello que hasta ahora no habíamos manifestado a nadie. En muchas ocasiones, cuando nos sentimos abatidos o derrotados, nos anima y conforta.

 

Es muy saludable que desvelemos toda nuestra intimidad consciente. A veces estamos cargados de problemas y preocupaciones que nos agobian y no sabemos por dónde tirar. Nos libera un montón.

 

El acompañante tiene que ser una persona que sea estimada y valorada por nosotros, una persona de más experiencia que nosotros. Una persona madura, gran creyente, formada y preparada para acompañar. Hombre o mujer. Sacerdote o seglar.

 

  1. Efectos del buen acompañamiento.

 

He notado una diferencia muy grande entre los jóvenes que se dejan acompañar por quien han elegido y los que no se dejan o no se atreven. Los primeros avanzan mucho más velozmente en el camino de su crecimiento humano y espiritual. Los segundos fácilmente se estancan e incluso retroceden. Los primeros viven vigilantes. Los segundos dormitan.

 

  1. Buscadlo y encontradlo.

 

Un porcentaje ínfimo de jóvenes en el mundo tienen la dicha de poder dejarse acompañar para crecer. Vosotros pertenecéis a ese ínfimo porcentaje. Tenéis cerca, a vuestro lado, personas que pueden acompañaros. Es lamentable que muchos adolescentes y jóvenes cristianos no se animen a tener y elegir un buen acompañante.

Algunos entre vosotros tenéis capacidad (e incluso edad suficiente) para acompañar a otros todavía necesitados de esta ayuda. Es preciso que os preparéis para ejercer este servicio de manera adecuada. Para eso, necesitáis vosotros mismos ser acompañados. Y todos vosotros podéis, probablemente, ofrecer en algún momento a un compañero una sugerencia que les evite dar un mal paso o le incline a dar un paso positivo. Sobre todo con vuestro ejemplo.

 

Una pregunta para que no me la respondáis: ¿cuántos de vosotros tenéis un acompañante habitual?

 

5- “No he venido a ser servido, sino a servir”:

 

  1. El testimonio de Jesús.

 

Jesús, el Hijo de Dios, podía haber requerido en su vida mortal que los suyos le sirvieran. Sin embargo él, que era el Señor y el Maestro, al elegir un lema para su vida, eligió éste: “no he venido a ser servido, sino a servir”. Y lo demostró con hechos en mil ocasiones. Sobre todo en la última cena se quitó parte de su ropa, tomó una toalla y una palangana con agua y se puso a lavar los pies a los doce apóstoles, también a Judas. Estarían bien sudados los pies en aquellos tiempos en que la higiene no era un valor muy cultivado. Al realizar este gesto, Jesús tomó para sí una acción que realizaban los esclavos cuando su amo volvía a la casa al anochecer.

 

  1. El ADN cristiano: servir.

 

Pero Jesús no se limita lavarles los pies a los suyos, sino que les dice:”así debéis proceder  vosotros. En otras palabras: nosotros. Nuestra vocación cristiana es servir. Y servir como Jesús: gratuitamente y con mucha sencillez. En otras palabras: sin exigir nada a cambio y sin darnos importancia ni creernos maravillosos porque sirvamos. El cristiano auténtico es servidor. Ser servidor está escrito en el adn del que cree de verdad en Jesús. Estamos ante una asignatura clave para ser admitidos a ser cristianos. Ser suspendidos en esta asignatura es no pasar adelante, quedar estancados, quedar bloqueado.

 

  1. En un mundo en el que “cada uno va a lo suyo”.

 

Vivimos en un ambiente en que hay servidores. Probablemente vuestras madres os han servido y os siguen sirviendo con cariño. Y también vuestro padre. Y hay gente en vuestros centros que, sin cobrar ninguna dieta, están a vuestra disposición. Pero la tónica general en el ambiente de la calle no es ésta. Cada uno va a lo suyo. En los aeropuertos cada uno va a lo suyo. En los autobuses cada uno va a lo suyo, en la cola de cualquier espectáculo cada uno va a lo suyo. A veces en las mismas familias cada hermano va a lo suyo. Y en las clases lo mismo. Y como mi interés y el tuyo no coinciden muchas veces, sino que chocan, se arma el conflicto. Y esto que pasa a escala pequeña pasa también en gran escala entre empresas, entre comercios, entre partidos políticos, entre pueblos, entre continentes. ¿No veis cómo España intenta por todos los medios evitar que entren inmigrantes y refugiados? Por todos los medios menos por uno: compartir y crear en esos pueblos fuentes de riqueza que hagan innecesaria la necesidad de emigrar jugándose la vida.

  1. Si todos los cristianos fuésemos servidores…

 

Imaginaos un mundo en que la mitad de la población tuviera la costumbre de servir en todo lo que pueda a la gente. Sería muy distinto del actual. Mucho más habitable, grato y luminoso. Jesús nos llama a intentar esta aventura: comunicar en nuestro entorno la afición y el gusto por servir, por ser amable, por hacer favores, por reconciliar a los enfrentados. Estoy seguro de que muchos de vosotros habéis experimentado más de una y dos veces la alegría de haber ofrecido un servicio a alguien o a varios. Servir es el sentido de vuestra vida.

 

  1. El descubrimiento de Víctor Frankl.

 

Víctor Frankl fue un gran psiquiatra y psicoanalista austríaco que pasó años en campos de concentración nazis, por ser judío. Él hizo un descubrimiento: cuando las personas buscamos directamente ser felices, no lo conseguimos y quedamos frustrados. Cuando nuestra vida tiene sentido y se pone a servir y ayudar, entonces nos sobreviene la felicidad. No la felicidad completa. Esa sólo la tendremos en la vida eterna junto a Jesús. Pero sí una felicidad notable, con una alegría y una paz de corazón muy superior a la de aquel o aquella que busca su felicidad mediante la satisfacción de los deseos inmediatos y espontáneos.

 

  1. Auscultaos.

 

Es bueno y es necesario que os auscultéis a vosotros mismos. Dónde estáis en este servir. Servir en casa, servir en el estudio o trabajo, servir al compañero o al grupo al que pertenecéis, servir a los necesitados que conocéis y podéis ayudar; servir a los chavales y chavalas más jóvenes que vosotros-as. Es bueno que lo reviséis con el acompañante. Es necesario que cada día seáis más y mejores servidores.

 

 6- La fuerza joven de dos sacramentos:

 

  1. La Reconciliación: diversas actitudes ente los jóvenes

 

Ni los jóvenes ni los mayores somos, así, de primeras, del sacramento del perdón. Nos cuesta reconocer nuestros tropezones humanos y morales. Nos pasa lo que Nietzsche formulaba con mucha precisión y belleza: “la memoria me dice: has obrado mal. El orgullo me dice: no has podido obrar mal. Y el orgullo acalla a la memoria”. Otras veces reconocemos nuestras faltas, sobre todo si sentimos respecto de ellas una severa dependencia psíquica. Entonces nos abatimos. Llegamos a creer que no tenemos remedio. Que somos impotentes para salir del agujero y nos resignamos a quedarnos en el agujero, conformándonos con las satisfacciones secundarias que nos ofrece el agujero. En otros casos no abandonamos el combate con nuestras faltas y pecados, pero estos vuelven una y otra vez como las moscas pegajosas en verano, incluso aunque pidamos la fuerza de la gracia de Jesús para superarlos. La fuerza de nuestras pasiones egoístas, agresivas, orgullosas o sensuales nos puede y nos esclaviza. Y esto nos hace sufrir.

 

Con todo, en jóvenes y mayores se ha extendido mucho otra situación. Hay muchas personas que no sienten que sus debilidades tengan nada que ver con Jesús ni con Dios. Tienen un difuso sentimiento de culpabilidad  por el que no están conformes consigo, pero no tienen conciencia de ser pecadores ante Dios ni  de necesitar el abrazo reconciliador de la misericordia de Jesús. Creo que son estos los que más alejados están de Jesús y de la fe viva. En todas las edades del hombre y de la mujer encontramos esta tendencia a la apatía. Tal vez en la juventud experimentamos nuestras debilidades con más viveza, con más dolor, con más contrariedad, con más voluntad de superación.

 

  • Una Fuente de agua sanante.

 

Jesús ha instaurado en el centro de su comunidad una fuente con agua sanante. Esta fuente es el sacramento de la Reconciliación. El agua es la gracia que recibimos, junto con el abrazo de Jesús que comprende, perdona y nos motiva para superarnos. Esta gracia es una gracia sanante que tiene capacidad para ir curando, paso a paso, nuestras heridas. Si acudimos periódicamente a esta fuente de sanación que es Jesús mismo abrazándonos y reconciliándonos con él y con los demás estas heridas irán remitiendo paso a paso. Seguramente no todas se cierren del todo. A veces sí, incluso en ciertas ocasiones, después de haber luchado sin éxito, se cierran de golpe.

 

  • Cómo y cuándo.

 

En la vida de un  joven cristiano que quiere serlo cada día no debería faltar un acceso frecuente al sacramento de la Reconciliación o del perdón. Una vez por mes, con un cura de confianza (no con el P. Topete, el que no nos conoce) y una vez al trimestre en una confesión comunitaria. No nos quejemos de nuestras heridas si no acudimos a la fuente de un agua sanante del sacramento de la reconciliación. Si he elegido un acompañante y éste es sacerdote y me veo con él una vez al mes para revisar mi PPV, tengo una ocasión pintada para confesarme.

 

  1. La Eucaristía: ¿tiempo de aburrimiento?

 

He observado en las misas corrientes de las parroquias es el tiempo en que bastante gente mira más al reloj.  A la gente no devota los minutos se les hacen largos, la homilía, pesada. Cuando parece que va a aterrizar, el piloto (el cura) da un respingo y “vuelve a las alturas”. Silencio en la consagración (aunque de vez en cuando suena un teléfono móvil), sentados mientras otros comulgan y, “tocata y fuga de Bach” en cuanto oyen la bendición final, como si el cura dijese “de prisa, de prisa”.

 

  • Mi sorpresa en Ejercicios a jóvenes.

 

Tengo un recuerdo de mis años de cura en los que daba muchos Ejercicios Espirituales a jóvenes. En la encuesta final les preguntaba cuál era la charla que más les había gustado. Una gran mayoría me respondía: la charla en que nos hablaste de la misa. ¿De verdad? De verdad. Una sorpresa para mí. Les explicaba todas y cada una de las secciones de la misa, el significado de cada parte y de cada gesto. Descubrían la misa. La misa es “la bella desconocida”, como llaman a la catedral de Palencia. En vez de devoción, muchas veces producen bostezo.

 

Otra cosa suelen ser algunas misas vuestras en las que participan todos al pedir perdón y en las peticiones, con cantos que os dicen mucho, con homilía breve y “al grano” y participada. Eso es otra cosa. Pero será tanto mejor cuanto mejor conozcáis y sintáis todo el significado de la misa. Este significado llega dentro, claro, si estamos entonados. Si estáis a 1000 km con vuestra imaginación y vuestros sentimientos, la misa “pasará” porque vosotros pasáis de ella.

 

  • Tres pensamientos breves.

 

No os asustéis. No voy a explicar aquí y ahora todo el rollo de la misa. Sólo os sugeriré tres pensamientos:

 

  1. a) En la misa no sólo recordamos lo que pasó en el Calvario y lo que pasó en la Resurrección. – ¡No! Pasa lo mismo que pasó entonces. ¿Se repite otra vez lo que pasó entonces? – No.

 

 Se hace presente aquello mismo que pasó entonces. Asistimos realmente al Calvario. Asistimos realmente a la Resurrección. No como espectadores, sino que participamos.

 

  1. b) La Consagración. Consagrarse significa entregarse plenamente (es decir: toda la persona), definitivamente (para toda la vida) y exclusivamente (sólo para servir a Jesús y a los demás).

 

  1. c) Cuando comulgamos, entre Jesús y yo se da una unión que es la más íntima que puede darse en este mundo. Ni siquiera la unión amorosa y sexual completa entre un hombre y una mujer es tan íntima. Yo asimilo las especies del Cuerpo y Sangre de Jesús y él me asimila a mí y me comunica su vida, su intimidad, su fuerza y su amor.

 

  • Y en mi práctica.

 

Qué menos para manteneros y crecer en la fe que una eucaristías los domingos y otra dentro de la semana? La Eucaristía es la energía principal de todas las comunidades cristianas del mundo. Si despareciera la Eucaristía, en poco tiempo desaparecerían las comunidades. Desaparecería la Iglesia.

 

  • Los cristianos de Abitinia.

 

En tiempos en que el imperio romano perseguía a muerte a los cristianos (los tres primeros siglos después de Jesucristo), en Abitinia, un oscuro lugar de África, un grupo de soldados romanos sorprendieron en un sótano a un grupo de cristianos celebrando la eucaristía sigilosamente, clandestinamente. Los soldados les preguntaron: ¿por qué hacéis esto si sabéis que está severamente prohibido? Ellos, con todo candor y valor les contestaron: “es que sin la eucaristía no podemos subsistir ni vivir”. Ojalá nosotros podamos decir lo mismo.

 

7- Mi vida entera y mi futuro, ante Jesús:

 

Voy a tocar aquí un punto delicado. Es preciso que yo me exprese con la mayor precisión que pueda, para evitar equívocos. El mayor equívoco que pudiera producirse sería interpretarlo como una invitación explícita y descarada a la vida religiosa, sacerdotal o misionera. La invitación contenida en este punto va más a fondo: al núcleo de la vocación cristiana.

 

  1. Una mentalidad errónea.

 

La gran mayoría de los jóvenes creyentes en Jesús se rigen por la mentalidad siguiente: “Yo, chico o chica, elijo esta profesión porque me gusta y porque puedo. Ese es asunto mío. Jesús no tiene en esto nada que ver. Lo que espero de él es únicamente que me ayude a ejercerla bien. Yo, chico, chica, siento desde mi juventud una inclinación al amor a enamorarme y que ella – o él- se enamore de mí. Sucede que muchas veces ese primer amor no resulta definitivo, se rompe de un lado o de otro o de los dos. Pero ya ha llegado o llegará otro amor que será firme y duradero y con él o ella formaré una familia. Y tampoco tiene en esto Jesús nada que ver. Esta elección es mía.

 

En lo que tiene que ayudarme es en que elija la persona adecuada, nos llevemos bien, tengamos un amor mutuo generoso y nos ayude en las dificultades que pudieran surgir. Una vez que he elegido profesión -y voy por ella- y tengo pareja -y vamos a ello- le toca a Jesús indicarnos que hemos de practicar esta profesión con diligencia, con honestidad, con espíritu de servicio. Y nos va indicando cómo hemos de ir expresando y educando nuestro amor para que éste no sea puramente pasional y egocéntrico, sino de entrega al otro si soy chica o a la otra si soy chico

 

  1. Antes de elegir; ¿qué quieres, Jesús, que haga de mi vida y en mi vida?

 

Queridas amigas y amigos: esta es la manera común  de pensar y de comportarse de los jóvenes cristianos a la hora de abordar la profesión y abrirse al amor. Y en esta manera hay un error muy importante: el error de prescindir de Jesús y de su proyecto sobre mí a la hora de elegir la profesión y a la hora de abrirnos al amor sexual de pareja. Olvidan que Jesús tiene para cada uno de ellos un proyecto de profesión, dentro de las posibilidades de la persona. Jesús tiene, así mismo, un proyecto de vida para mi persona. Si yo elijo la profesión que me parece sin contar con Jesús y a mi pareja sentimental sin haberme parado a pensar si Jesús quiere de mí este modo de vida o algún otro, estoy tomando dos decisiones importantes sin preguntarle dos veces a Jesús: ¿qué quieres tú que yo sea? ¿Qué quieres tú que yo haga de mi vida? En breves palabras: he tomado graves decisiones sobre mi vida sin haber hecho un previo discernimiento creyente.

 

Para la mayoría de vosotros la voluntad de Jesús consistirá en que elijáis una profesión civil y encaucéis vuestra capacidad de amar al noviazgo, al matrimonio, a formar una familia. Pero estas decisiones tendréis que tomarlas después de llegar a la conclusión de que todos los indicios señalan que ese es el proyecto de Jesús sobre vosotros, que esa es vuestra vocación, que a eso os llama Jesús.

 

Y puede suceder que aunque esta sea la doble vocación (profesional y amorosa) para la mayoría, estéis aquí mismo algunas personas para las que Jesús tiene otro proyecto: una profesión eclesial y una vida entregada a los demás amando con toda vuestra alma a vuestra gente sin amor de pareja y sin paternidad o matrimonio. Y en consecuencia, que lo que Jesús proyecta para alguno o alguna de vosotros o vosotras sea una vida de cura, de religiosa, de misionero. ¿Quién sabe?

 

  1. Al menos una vez en la vida.

 

Hay unos pocos que hacen estas preguntas antes de elegir. Y se las hacen contando con la ayuda del acompañante. Él les ayuda a discernir cuál es el camino que Jesús quiere para su vida.  Sostengo con toda convicción que todo joven profunda y auténticamente creyente debe hacerse por lo menos una vez en la vida, seria, honesta y pausadamente esta pregunta antes de elegir profesión y estilo de vivir: ¿qué quieres tú que yo sea? ¿Qué quieres tú que yo haga? Y atenerse a las consecuencias.

 

Uno tiene que elegir su profesión ante Jesús. Uno tiene que elegir el camino que va a seguir en el amor, ante Jesús. Todas las maneras de seguir a Jesús consisten en amar. Pero hay muchas maneras de amar. Un chico o una chica que son creyentes, pero distraídos y superficialmente cristianos no tienen la temperatura religiosa adecuada para formularse de verdad estas preguntas y atenerse a las consecuencias. Un chico o una chica como vosotros, que sois netamente creyentes, sí tenéis la temperatura adecuada. ¿Os habéis hecho la pregunta? “Sí, en la adolescencia, algún día se me pasó por la cabeza pero luego se disipó”. No vale. La pregunta en serio, despacio, procurando descubrir con vuestro acompañante los signos de una vocación civil o religiosa, y dispuestos a aceptar aquella que responde al proyecto de Jesús sobre vuestra vida.

 

  1. Tres apuntes: si no hay ningún atractivo…

 

Si planteándome seriamente la pregunta y después de haber orado y escuchado la palabra de dios y las sugerencias y observaciones del acompañante no siento ninguna atracción por ser cura, religioso, misionera, es claro que mi vocación es el amor sexual, el noviazgo, el matrimonio, la familia. Lo mismo con respecto a la profesión. Rara vez la pura soltería.

 

  • hay un “Plan B”.

 

Si, aunque percibo que debería decidirme por el camino de la consagración religiosa, no me atrevo, no me decido, me echo atrás (como el joven rico del Evangelio), Jesús, que en este caso prefería netamente que me consagrara al ministerio sacerdotal o religioso, tiene un plan “B” para mí. No me dejará. Podéis conseguir, con la ayuda de su Espíritu, una buena vida creyente que sea también fecunda para otros. Pero no era lo que Jesús prefería para mí. Probablemente si hubierais seguido su indicación vuestra vida hubiera sido muy fecunda y dichosa.

 

  • la dicha de haber elegido bien.

 

Hay una cosa que sí es clara: elegir lo que Jesús quiere para mí no es renunciar a la dicha y a la alegría de vivir, sino todo lo contrario. En mi propio caso: somos cuatro hermanos. Sin duda yo he tenido en mi vida más dicha y alegría que los otros tres. Elegir lo que Jesús quiere lleva renuncias, a veces fuertes. Pero estas renuncias no nos quitan de ordinario la alegría interior, el entusiasmo, la paz del alma. He encontrado la paz del alma en muchas personas seglares profundamente cristianas. La he encontrado en muchos curas, en muchos religiosos y  -no digamos- en muchos misioneros que no se cambiarían por nadie en el mundo. Como Calasanz que, cuando dio con su vocación, dijo: “No lo cambio por nada de este mundo”.

 

8- Transparentes:

 

  1. Dos tendencias opuestas.

 

En el corazón humano (en el de un chico o una chica) coexisten dos tendencias opuestas. Por una parte la necesidad de comunicar su propia intimidad. Por otra parte el pudor para comunicar esa identidad. Existe un pudor para revelar ciertos asuntos o problemas familiares o ciertas experiencias traumáticas de nuestra infancia, o ciertos episodios o costumbres arraigados de nuestra vida sexual, o ciertas emociones religiosas. El pudor es bueno. Pero sucede que muchas veces está inflado, es excesivo. El amor propio excesivo engorda nuestro pudor y cuando pasa esto, impide la comunicación de la propia identidad, sobre todo los aspectos que me duelen o me humillan.

 

  1. Para crecer como personas y creyentes.

 

Es muy saludable confiar toda nuestra intimidad a una persona que merezca toda nuestra confianza y tenga la suficiente experiencia para ayudarnos a aclararnos a la hora de conocernos bien y aprender por dónde tenemos que tirar. Si no hay esta comunicación, nuestros problemas quedan bloqueados dentro de nosotros. Llevamos dentro a veces “un material radiactivo” que es preciso desvelar para que no me haga daño, no me acompleje. Si tengo problemas importantes y no los comunico, la olla a presión que llevamos dentro puede acabar estallando. Si me comunico con transparencia (todo lo que vivo y siento) me siento liberado y a partir de ahí progreso en un crecimiento personal y creyente, mucho y rápidamente. Comunicarme así me trae alegría y paz. Y aumenta mi entusiasmo y me hace más capaz de ayudar a los demás a que “se suelten”.

 

  1. “Yo y mi diario”.

 

“Yo le cuento todo al Señor”.  Vale, pero no basta. Él quiere que nos valgamos de intermediarios. “Yo me cuento mis problemas a mí mismo en un diario”. Vale, pero lo que le libera a uno es decírselo “de palabra” a otro. (Esto ha quedado claro desde el psicoanálisis.  Freud decía: talking cure). Esta palabra ha de ser concreta y clara. No basta decir “tengo problemas”. Sí, en cambio, el decir: “me pasa esto”, “he caído en esto”, “me duele esto”, “estoy abatido por esto”, “no puedo con esto”, “en mi familia pasa esto que me quema mucho”, “estoy impresionado por esto”, etc.

 

Me parece que muchos jóvenes, la gran mayoría, no llegan a comunicarse porque no saben lo saludable que es, porque no tienen cerca una persona que pueda escucharles y acompañarles, porque viven tan superficialmente que no siente necesidad clara de comunicarse.

 

  1. Lo dicho de ser transparentes.

 

Vosotros tenéis cerca aquellas personas con las que podéis comunicaros. No perdáis esta gran oportunidad. Es Jesús quien pone a vuestra disposición estas personas. Sed agradecidos a Él y acceded a ellas. Sed totalmente transparentes con ellas. Quizá en la primera entrevista no salga todo, pero esa primera entrevista prepara para que en la segunda, en la tercera o en la cuarta SALGA TODO.

 

9- “No podemos ocultar lo que hemos visto y oído”:

 

  1. Pedro y Juan ante el tribunal judío

 

Cuando, una vez resucitado el Señor, los apóstoles comenzaron a anunciar a Jesús y su Evangelio en Jerusalén, los gobernantes judíos los llamaron a capítulo y les prohibieron hablar de Jesús y su mensaje. Los apóstoles les respondieron: “no podemos dejar de anunciar a otros lo que hemos visto y oído”. En respuesta, fueron azotados primero,  y expulsados después  y en diversos lugares, liquidados por la brava. En casi todos los lugares fueron escuchados y encontraron personas deseosas de formar parte de los grupos de Jesús.

 

Vosotros “habéis visto y oído”: habéis descubierto a Jesús; lo habéis aceptado como vuestro líder, como el amigo, como aquel a quien queréis entregaros mediante una vida cristiana en cualquiera de sus formas. El Jesús que se ha dado a conocer a vosotros, el mensaje que él trae, tan rico para la humanidad, el proyecto que él va realizando de atraer a la gente a este mensaje, no es sólo para vosotros y vosotras. No se os ha entregado a vosotros para vuestro provecho particular, sino para que, a través de vosotros, llegue a muchos jóvenes. Es como una carta que habéis recibido para vosotros y para otros. Estáis convencidos de que es un tesoro la amistad con Jesús y la vida según el evangelio. Esforzaos por transmitirlas.

 

  1. “Este obispo no conoce la pomada juvenil”.

 

“Este obispo es un ingenuo. Se ve que no está en la pomada juvenil. Hoy los jóvenes, casi todos, “pasan” de este rollo”. Bastante es que nos dejen en paz, con aire de menosprecio, a los que somos creyentes”. -Lo sé. La cosa está mucho más difícil que hace 50 años. Jesús les parece un buen hombre, incluso un gran hombre, aunque aburrido. Y, según ellos, la Iglesia lo ha traicionado adulterando su mensaje, buscando poder y bienes materiales, aliándose con los poderosos, salvo excepciones. Y predica una mitología que una persona de hoy, marcada por la ciencia y la técnica, no puede tragar. “Parece que este papa Francisco quiere mover algo, pero no le dejarán”.

 

Ya lo sé, pero en medio de este frío glacial, de esta pared, yo no puedo perder una ocasión para manifestarme como creyente y para expresar lo que, respecto al tema de la conversación que tenemos con jóvenes increyente, dice mi fe. Aunque caiga en el vacío. Aparentemente. Aunque me llamen ingenuamente crédulo, que todavía no he despertado al ambiente cultural actual.

 

  1. 10 mil al año en Francia.

 

En Francia, cada año 10.000 personas entre 25 y 60 años, que no fueron bautizadas, se acercan a algún cristiano que conocen y junto con otros como ellos, se preparan para el bautismo. Y lo celebran la noche de Pascua en la catedral de su diócesis. Una de ellas, profesora de la universidad de Nanterre (la más izquierdosa de París) contaba: “en el claustro de mi facultad no hay un solo catedrático que se defina como cristiano”. Me dicen: “tú estás drogado”. Yo les contesto: “¿no seréis vosotros los que estáis drogados?

 

Entre esa masa juvenil, no todos son iguales. Hay una minoría con inquietudes religiosas. Las guardan muy bien en el secreto de su corazón porque saben el terreno que pisan y les da miedo manifestar sus inquietudes. Pero son sensibles. No se atreven a hablar de este tema con vosotros. Pero si vosotros los identificáis, les mostráis vuestras convicciones y opciones, los invitáis a uno de vuestros encuentros, algunos probarán.

 

  1. Testimonio de vida y testimonio verbal.

 

Comprendo que testificar verbalmente que sois creyentes no es eficaz en muchas ocasiones. Y que pueden responderos: “yo soy vegetariano”. Siempre podréis ofrecer el testimonio de vuestro comportamiento: servicial, positivo, alegre, generoso, respetuoso, sincero, valiente, inquieto por los problemas importantes de la sociedad. Vuestra preocupación no ha de ser que os perciban como ellos, sino que vean que: “siendo iguales, sois diferentes” y claramente diferentes en lo bueno. Dicen algunos que las generaciones actuales no son sensibles a los signos y que por eso les deja fríos el signo de un testimonio cristiano. Depende. Hay signos fuertes, sentidos, que sí remueven conciencias dormidas. Teresa de Calcuta sí remueve. Óscar Romero sí remueve.

 

  1. Con espíritu

 

Hay mucho creyente acomplejado que no dice ni pío e incluso aprueba cosas que él en su interior reprueba por quedar bien, por no parecer carca ni carroza. Les pasa lo que a Pedro en el patio de Caifás la noche en que juzgaban y condenaban a muerte a Jesús: “no conozco a ese hombre” (y ese hombre era Jesús).

 

Eso sí, he conocido a jóvenes cristianos que se metían en todos los fregados y tenían ocupadas todas sus horas en hacer cosas, y muchas de ellas por los demás. Estudiar lo justo y menos de lo justo. Y en casa, señoritos. Y sus problemas internos en carne viva. Tal vez necesitaban tantos fregados y tantos follones para echar tierra sobre sus propios problemas. No caigas en ese monumental error del activismo. He conocido incluso a grupos de jóvenes cristianos que se dedicaban exclusivamente a analizar problemas sociales y a buscarles soluciones cristianas, mientras tenían por dentro las sexuales y amorosas, problemas personales de carácter agresivo, escasa vivencia de fe, poca interioridad.

 

  1. Sin olvidar nuestros problemas.

 

Hay que preocuparse de los grandes problemas estudiantiles, sociales y eclesiales. Pero hay que preocuparse también de los problemas personales de cada uno. Sobre todo en estas cuatro áreas:

 

  1. A) Canalizar la agresividad, orientándola hacia objetivos nobles: libertad de espíritu, valor para defender ideas e ideales, firmeza y constancia en nuestras opciones, coraje para mostrarnos ante los demás como creyentes.

 

  1. B) Canalizar la sexualidad, abriéndola al amor, haciéndonos más oblativos, generosos y universales.

 

  1. D) Educar vuestra experiencia religiosa, convirtiéndola del intimismo a la intimidad con Jesús y al compromiso con los más necesitados de vuestro entorno.

 

  1. E) Educar el egocentrismo, aprendiendo a salir de vosotros mismos, a sentir las necesidades de los demás, a servir y ayudar, a comprometeros por causas nobles.

 

10- En grupo, con Jesucristo en medio:

 

  1. Un corredor solitario del “Tour”.

 

Somos comunidad de Jesús. Un corredor del Tour corriendo en solitario sería un absurdo. Hubo uno, hace años: Simpson. Murió en pleno Tour, al inicio de la subida del Mont Ventoux, reventado.

 

  1. En solitario, un joven cristiano desfallece.

 

En un clima polar no resisten nuestras plantas. En un ambiente tan poco favorable, los cristianos solitarios desfallecen. Además Jesús nos ha elegido para que formemos equipo: “donde dos o más se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

 

  1. Jesús os ha llamado para que forméis equipo, comunidad.

 

Un  equipo verdaderamente de Jesús. En él escucháis su palabra, oráis, revisáis vuestra vida y vuestras actividades de servicio, lo pasáis en grande, celebráis vuestros cumpleaños, ahora, en la uni y en la vida posterior.

 

  1. En un equipo de Jesús: se le escucha.
  • Se ora en común.
  • Se revisa la propia vida.
  • Se asumen responsabilidades de servicio.
  • Se pasa en grande, se celebra.

 

  1. Siempre será un grupo con defectos. El grupo de Jesús podrá tener defectos. Vuestros defectos individuales y los defectos del colectivo. Sin embargo, hay algo que os hace únicos. Sois el equipo de Jesús, equipo de Jesús, comunidad de Jesús, en red con otros muchos equipos de jóvenes y mayores, que formamos la gran comunidad de Jesús: la Iglesia.