BARRERAS – Mª Ángeles López Romero

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Una de las grandes barreras que se levanta en los últimos tiempos frente a la expresión del sentimiento religioso es la mutua ignorancia. Creyentes y no creyentes se lanzan públicamente estereotipos simplones y maniqueos que dejan al «otro», al de enfrente, fuera de toda consideración respetuosa, punto de partida imprescindible para cualquier diálogo (no digamos encuentro) mínimamente honesto.

Empezando por la misma denominación. ¿O es que acaso creemos de verdad que los «no creyentes» no tienen sus propias creencias, sus códigos éticos, su escala de valores?

¿Y qué decir de los que nos autodenominamos «creyentes»? Si nos tomásemos en serio el compromiso profundo y radical con la puesta en práctica de las enseñanzas de Jesús que implica esta palabra, dejaríamos de utilizarla tan alegremente como lo hacemos.

Lo cierto es que unos y otros tenemos mucho más en común que las diferencias que nos empeñamos en acentuar. Como ocurre también entre religiones diferentes. Encontrarlas es responsabilidad de todos. Y para ello, un primer paso es dejar de meter a las personas en sacos opacos que impiden precisar los matices. Porque no es lo mismo un agnóstico que un ateo; un creyente no practicante que otro de misa semanal o hasta diaria. Y aun estas clasificaciones son tópicas de tan clásicas.

Nada tienen que ver tampoco con la imagen que de cada uno de ellos se ofrece en los medios de comunicación, tan dados al maniqueísmo en España. Son numerosísimos los agnósticos que tiene su propia espiritualidad para expresar su idéntico afán de trascendencia. Y, como el unamuniano san Manuel Bueno Mártir, alter ego de las angustias existenciales de su creador, muchos creyentes se dirigen a Dios cada día demandando una respuesta que no siempre llega.

Por eso, porque entre la nada y el todo hay muchos escalones que pisar, las catalogaciones de las creencias no son al final más que una barrera que saltar para subir (o bajar) dichos escalones en compañía. La barrera es alta, pero no infranqueable. ¿Quién se anima a asomarse al otro lado?

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