Acaba de terminar el Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, en el que he tenido la oportunidad de estar presente como representante de la Unión de Superiores Generales.
El proceso sinodal que la Iglesia quiere recorrer junto con los jóvenes no ha terminado, ni mucho menos, y es bueno que soñemos con el papel de los jóvenes en la iglesia, en cada obra e institución.
He querido titular esta reflexión con una frase perteneciente al pasaje de los discípulos de Emaús, porque este icono, Emaús, es el que ha sido elegido por el Sínodo para articular el documento final. Esta frase es interesante porque expresa con claridad lo que vivieron aquellos discípulos: la tarde estaba cayendo e iban a descansar, pero al reconocer a Jesús se levantaron al momento y volvieron a Jerusalén como testigos de la resurrección. No les importó ni la noche que caía ni el cansancio del camino. Su vida era nueva. Y querían compartirlo.
Os ofrezco algunas pinceladas sobre el Sínodo, de modo breve y sintético, para que os podáis acercar un poco a la experiencia vivida.
La decisión de convocarlo. Con este Sínodo, el Papa Francisco lanza un mensaje a toda la Iglesia, y muy especialmente a todos los jóvenes y a quienes hemos hecho la opción vocacional de acompañarles: los jóvenes son centrales en la vida y misión de la Iglesia que, con este Sínodo, hace y propone una opción preferencial por ellos. Y esa opción busca acompañarles en su discernimiento vocacional. El mensaje es claro, fuerte y exigente. Nada será igual en la Iglesia después de este Sínodo.
El proceso previo que hemos vivido: el proceso ha sido muy rico en toda la Iglesia. He podido escuchar a muchos obispos compartir su experiencia previa con los jóvenes previa al viaje a Roma. El sentimiento de que “somos portavoces de los jóvenes” ha marcado profundamente el Sínodo. Este rol es muy significativo: los jóvenes nos han constituido en sus portavoces ante el conjunto de la comunidad eclesial.
El clima y estilo del Sínodo. Yo no había participado nunca en un Sínodo, pero he podido escuchar a muchos “expertos” que este Sínodo ha sido diferente. El ambiente y dinámica desde la que hemos vivido estas cuatro semanas han estado marcados fuertemente por la alegría, el compartir, la transparencia, la participación activa de los 40 jóvenes que nos han acompañado, la presencia cotidiana y cercana del Papa, la libertad en el hablar, etc. Incluso el peculiar estilo del presidente de las asambleas, el cardenal Sako (Patriarca de Babilonia de los Caldeos) con su humor y sus constantes –y buenos- chistes, ha contribuido mucho a esta atmósfera fraterna. Trabajar con alegría y esperanza es también un mensaje de este Sínodo.
Algunas claves que marcan dirección. Cito sólo algunas de las más significativas, con alguna breve sugerencia en cada una de ellas:
La sinodalidad. Un modo de ser la Iglesia, una llamada a todos a sentirnos responsables de construirla. Un camino que irá ofreciendo, poco a poco, caminos de participación eclesial. Atentos a todo lo que vaya surgiendo de esta clave. No pocas intervenciones pidieron un Sínodo sobre la Sinodalidad.
La Iglesia en Salida, marco de fondo del Sínodo. ¿Qué Iglesia queremos? ¿Qué tipo de sacerdote y de religioso para qué Iglesia? La lucha contra toda forma de clericalismo ha sido un clamor. ¿Qué tipo de pastoral, de catequistas, de comunidades, de parroquia, de prioridades misioneras? Algo fuerte se está moviendo.
El acompañamiento y la escucha empática, dinamismos eclesiales. ¡Qué bueno es sentir que el Papa y los Padres sinodales proponen una Iglesia empática con el joven, con el pobre, con el mundo! ¡Qué alegría tan grande recibir la exigente invitación a escuchar y acompañar!
Los procesos pastorales completos y la comunidad cristiana que hay que construir. Somos llamados a una pastoral más de procesos que de eventos y a llevar adelante una formación adecuada de todos los agentes de pastoral para ser capaces de llevar adelante este desafío.
Los mártires. Tantos jóvenes mártires, en tantos lugares del mundo. Tantos jóvenes que han dado su vida por su fidelidad a la fe. Una llamada fuerte para que todos despertemos a la solidaridad eclesial con aquellas comunidades que sufren y que, en medio de las dificultades, testimonian la fe hasta el final. Nuestra oración permanente por ellos. Sólo la oración nos hará sensibles a lo que viven tantas comunidades.
Los migrantes, tantísimos jóvenes que dejan sus hogares buscando poder vivir, y que deben constituirse en una opción de misión para la Iglesia y para las Escuelas Pías. Después de todo lo escuchado estos días, no puedo dejar de invitar a la Orden a pensar seriamente en qué nuevas respuestas podemos dar a este desafío, como hijos de Calasanz.
El discernimiento como dinamismo en el que tenemos que crecer y del que tenemos tanto que aprender. Como dice el Sínodo, el discernimiento no es un acto puntual ni un tema sobre el que hay que pensar y decidir, sino un modo de vivir la fe y de llevar adelante nuestra vida cristiana.
El joven en su realidad, con sus desafíos y sus luchas. La antropología que debemos reflexionar, la adecuada comprensión de todas las dimensiones del ser humano, el nuevo contexto digital, la no discriminación por ninguna circunstancia, la acogida de todos, el camino compartido con todos. Una propuesta que nos desinstala.
La educación integral desde el Evangelio, y las instituciones educativas de la Iglesia, que se caracterizan por acoger a todos los niños y jóvenes, sin ninguna exclusión por su fe, su cultura o su identidad. La educación es propuesta en este Sínodo como la plataforma más clara desde la que la Iglesia lleva adelante su misión de acompañar a todos.
Y, finalmente, la clave del discernimiento vocacional: el encuentro con Cristo, que conoce a cada joven y que se hace presente especialmente en algunos dinamismos: la oración y relación con Dios, la experiencia de la comunidad y el servicio a los pobres.
El documento final que hemos aprobado, configurado desde el icono de Emaús. En espera de la exhortación apostólica del Papa Francisco, os invito a leerlo y a trabajarlo en todas nuestras presencias y en todas nuestras comunidades y equipos. Un documento que nos recuerda que Jesús “caminaba con ellos”, que al encontrarse con Él “se les abrieron los ojos” y que, finalmente, “partieron sin demora”.
La opción preferencial por los jóvenes. Acojámosla y reflexionemos sobre ella, para que inspire nuestras mejores opciones. Esta es la tarea, sin duda, a la que somos llamados.
Termino esta reflexión citando un párrafo del Mensaje del Sínodo a los Jóvenes del Mundo, que fue leído en la Eucaristía de clausura del Sínodo de los Obispos sobre los Jóvenes, la Fe y el Discernimiento Vocacional, presidida por el Papa Francisco. Sintámonos invitados y comprometidos.
“Conocemos vuestras búsquedas interiores, vuestras alegrías y esperanzas, los dolores y las angustias que os inquietan. Deseamos que ahora podáis escuchar una palabra nuestra: queremos ayudaros en vuestras alegrías para que vuestras esperanzas se transformen en ideales. Estamos seguro que estáis dispuestos a entregaros con vuestras ganas de vivir para que vuestros sueños se hagan realidad en vuestra existencia y en la historia humana.
Durante un mes hemos caminado juntamente con algunos de vosotros y con muchos otros unidos por la oración y el afecto. Deseamos continuar ahora el camino en cada lugar de la tierra donde el Señor Jesús nos envía como discípulos misioneros.
La Iglesia y el mundo tienen necesidad urgente de vuestro entusiasmo. Haceos compañeros de camino de los más débiles, de los pobres, de los heridos por la vida. Sois el presente, sed el futuro más luminoso”
Pedro Aguado
General de los Escolapios