3er Domingo de Adviento – Iñaki Otano

Tercer domingo de Adviento

La Buena Noticia

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras de Cristo, le mandó a preguntar por medio de dos de sus discípulos: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. Jesús les respondió: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. ¡Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí!”.

Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: “¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: ‘Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante ti’.

Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista, aunque el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él”. (Mt 11, 2-11).

 Reflexión: 

            Juan Bautista, en línea con su trayectoria vital, quiere las cosas claras. Hay que despejar dudas: ¿eres tú o hay que esperar a otro?

La respuesta de Jesús le invita a observar los hechos: la buena noticia que anuncia no son meras palabras. Son vida para el que parece muerto y sin esperanza, es decir, para el que no ve o ve el horizonte totalmente negro; para aquel a quien sus ataduras no le dejan andar; para el que es rechazado a causa de su salud, su origen o su condición social; para el que ya no cree en nada ni en nadie y se encierra en sí mismo; para el que está hundido psicológica y moralmente sin ver ninguna salida. En resumen, Jesús anuncia la Buena Noticia a todo pobre, a todo necesitado de ser liberado de algo.

          Jesús puede defraudar al que le exige que utilice una varita mágica para cambiar el mundo. Pero ¡dichoso el que no se sienta defraudado por mí!. No le exijas que te ahorre el esfuerzo que tú, como ser humano, tienes que hacer para liberar a las personas de toda esclavitud. Contribuir a cambiar las circunstancias que hunden a las personas en cualquiera de las innumerables manifestaciones de pobreza es participar en el anuncio de la Buena Noticia de Jesús.

          A Jesús no le parece mal que se le interpele. Juan, que está en la cárcel y ha enviado a dos emisarios a hacer la pregunta candente, es escuchado y alabado. Es reconocido como más que profeta, mensajero que prepara el camino y como el más grande nacido de mujer.  No siempre es fácil aceptar sin rencor y con benevolencia a quien de alguna manera nos cuestiona. A veces hace falta grandeza de ánimo para aceptar plenamente a la persona que discute o pide aclaraciones a nuestros planteamientos.

          Se diría que más no se puede encumbrar a una persona. Y, sin embargo, Jesús considera que eso no es nada comparado con el hecho de pertenecer al Reino de los cielos. Este no es un lugar reservado a una elite sino que está abierto a todos como el banquete aquel del evangelio, el banquete del reino, del que a nadie se le excluye. Jesús anuncia un tiempo nuevo en que Dios no está en poder de unos pocos privilegiados sino que es de todos.