LA RESURRECCIÓN DE CALASANZ – Fernando Negro

Fernando Negro

La gran noticia de la historia de la humanidad, proclamada por los creyentes dentro y a través de la Iglesia es ésta: ¡Cristo ha resucitado y vive para siempre! Esta es la gran noticia sin la cual seríamos unos auténticos insulsos si siguiéramos proclamándolo como Señor. Porque si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe y vana nuestra predicación. Y por supuesto, vana es nuestra enseñanza.

La fe nos dice que todo lo que sembramos desde la Verdad, la Bondad y Belleza, en lugar de esfumarse en el olvido del tiempo, tarde o temprano, resucita y da mucho fruto. En definitiva se trata de la dinámica del amor que hace nuevas todas las cosas.

El papa Pío XII definió a San José de Calasanz como el Job de la Nueva Alianza, centrándose precisamente en los terribles padecimientos y persecuciones que debió afrontar a lo largo de su vida. Unos padecimientos que sew hicieron más y más crueles conforme se iba acercando el momento de su muerte.

La tesonera paciencia de Calasanz, nacida de una fe a toda prueba en el Dios de Jesucristo, manifestada prácticamente a través del ministerio escolapio en servicio a los más pobres, le fue llevando a una experiencia profunda de identificación mística con Él. Le acompañó en el Getsemaní interior del despojo total de sí mismo, y de aquello que más amaba, por lo que había dado todo: la Orden de las Escuelas Pías.

En momentos previos, cuando la expansión de la Orden era clara y armoniosa,  cuando ganaba popularidad y era evidente el triunfo humano, Dios comenzará a purificarlo por medio de  enfermedades, accidentes, acusaciones, críticas negativas, etc. Siempre acudió sin embargo a la intimidad con el Señor como tabla de salvación.

Cuando llegó el decreto pontificio de  disolución de la Orden, por el que todo su sueño y trabajo iban a ser destruidos, dijo como Job: “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, Bendito sea el nombre del Señor”. E inmediatamente escribió:

“Finalmente ha llegado el documento que muestra claramente la ruina de nuestra Orden. Pero espero que cuanto más vilipendiada, más la exaltará Dios. No puedo entender cómo nuestra Orden puede ser destruida cuando es tan apreciada en Europa. Mientras yo tenga aliento esperaré a que sea restaurada. Aunque los adversarios son poderosos y grandes, debemos esperar que la Bondad Divina no permitirá que nuestra Orden sea del todo destruida, pues ha sido aprobada por tres Papas y aplaudida y requerida a través de toda Europa, incluso por los herejes”

Su secretario personal, el P. Vicente Berro, relató más tarde cómo Calasanz le reveló en dos ocasiones de dónde sacaba las fuerzas sobrenaturales que le ayudaron a soportar todo como un nuevo Job. El P. Berro no da la fecha exacta de cuándo sucedió esta experiencia mística, que de boca de Calasanz escuchamos: “Yo sé de una persona que, con una sola palabra que le habló el Señor en su corazón, fue capaz de soportar, con mucha paciencia y alegría diez años de dificultad y de grandes dificultades”. La experiencia de San José de Calasanz prueba que la energía (gracia) que le sostuvo en momentos de crisis y dificultad venía de una profunda experiencia mística con el Señor. Así fue como finalmente el poder de la Verdad se impuso al de la maldad.

Cuando Calasanz muere en 1648, su obra estaba prácticamente en proceso de extinción, pero no su fe ni su esperanza. Intuía que lo mejor estaba por llegar aunque, como Moisés que no pudo entrar en la tierra prometida, lo mejor vendría tras su muerte. Desde la esperanza visitaba el futuro. Po eso pudo escribir en su última carta estas bellas palabras: «Constantes estote et videbitis auxilium Dei super vos. Et nunc sumus pro vobis ut non contristemini, sed in tribulatione magis elucescat virtus vestra.”[1]  (“Permaneced firmes y veréis el auxilio de Dios sobre vosotros. Ahora estamos a vuestro lado para que no os entristezcáis, sino que en la tribulación brille con más fuerza vuestra virtud”)

[1] Carta no. 4463