Porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús – 28 de octubre

“No hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” Gal 3, 28.

Que pronto se nos olvida… con qué facilidad y naturalidad la historia y nosotros mismos separamos, creamos diferencia, pero no de esa que hace única a la persona sino de la que sirve de justificación para dividir, para apartar, para marginar.

Si miramos dentro veremos que lo que nos empuja es egoísmo y comodidad, abrir nuestro corazón al hermano y la hermana (sin más etiquetas) supone desafiar nuestro status quo, significa arriesgar lo que tenemos y no estamos dispuestos a que nos muevan de nuestro cómodo y calentito sofá. Es mucho mejor, para nosotros, pensar que las personas migrantes son unos depravados criminales, que nos van a quitar nuestros privilegios (que son nuestros por algún tipo de ley natural). Y así, amigos, nos estaremos dejando llevar por el discurso del odio y del miedo. Como cristiano me siento llamado a resistir esa tentación, a dejar de lado el ego, la seguridad y la comodidad y preguntarme: ¿Qué derecho tengo a anteponer mi bienestar a la salud y la vida de otras personas que son iguales que yo pero que han nacido en otro lugar?

Ante este discurso predominante y sustentado en el miedo, Jesús nos ofrece un mensaje claro: un no rotundo. Lo leo en el padre nuestro: “Padre nuestro que estás en el cielo…” Un padre, de todos, y por tanto hermanos. Hermanos iguales, con los mismos derechos, y sin embargo utópico a nada que miremos a derecha e izquierda, porque la desigualdad, en todas sus formas predomina en nuestra sociedad. La gran pregunta es: Y tú, ¿estás en el lado que genera desigualdad o en el lado que intenta equilibrar la balanza? Nos decía hoy el sacerdote en la eucaristía que el evangelio nos propone una mirada tierna y unas manos que ayuden a levantarse al que sufre más que nosotros. Los jóvenes tenemos la responsabilidad de hacer del mundo de hoy un lugar más tolerante y humano, tenemos la vocación de hacer de nuestras comunidades lugares de encuentro verdadero donde se acoja sin tapujos a quien lo necesite, debemos trabajar por humanizar la sociedad y hacer ver que el migrante no es una amenaza, sino una persona necesitada de amor. Porque los jóvenes somos sensibles, tolerantes e idealistas debemos liderar el cambio de paradigma.

Jesús te propone que dejes de lado la comodidad, las etiquetas y los prejuicios y abras tu corazón a acoger a cualquier ser humano, al margen de su condición, nacionalidad, raza, sexo, religión o ideología. ¿Qué vas a hacer?

Enrique Fraga Sierra