“Que nadie menosprecie tu juventud: por el contrario, trata de ser un modelo para los que creen, en la conversación, en la conducta, en el amor, en la fe, en la pureza de vida.” 1 Tim 4,12.
Queridos lectores,
Hay una gran posibilidad de que la mayoría de vosotros hayáis presenciado, conocido o incluso, ayudado a alguna víctima en situación de bullying. Tal vez, algunos de vosotros habréis sido la propia víctima, otros de vosotros, quizá sólo habréis hablado del tema. Hay numerosas variables y diversas posibilidades detrás de cada historia. Aún así, lo que os une a todos, es todo aquello que podéis hacer para hacer frente al acoso. Si actuamos juntos, podemos ayudar a combatirlo. Y lo que es más importante, nosotros podemos ayudar de alguna manera a todas las víctimas. Pero, ¿cómo lo hacemos?
Para poder lograrlo hay que hablar de tres puntos principales, pero que a la vez se relacionan entre ellos. Si uno falla, los otros también. Deben ir juntos, como todos vosotros, lectores, para poder ayudar a las víctimas. Y es importante no perder la calma ni la esperanza. Quizás el cambio no sea de un día para el otro. Hablamos entonces de Amor, Familia y Paz.
Primeramente el amor, eso que todos necesitamos. Sin amor la vida es más difícil, más solitaria. Las víctimas se sienten solas en frente el acoso porque no sienten ningún tipo de afecto, solo reciben burlas y más burlas. Nosotros podemos ayudarlas y proporcionarles ese aprecio que tanto necesitan. Tan solo basta con un gesto de amabilidad o bondad, o con una simple sonrisa y palabras de buenos días. La clave está en ponerse en el lugar del otro, salir de uno mismo para poner la mirada en el otro. Un pequeño acto de caridad puede hacer la diferencia. Todos estos actos causan en las víctimas un efecto de amor, de sentirse mirado, querido, valorado, donde sienten que aún y su situación el mundo es un lugar que vale la pena vivir. Ven que hay personas dispuestas a dar amor sin recibir nada a cambio, personas dispuestas a tenderles la mano y ayudarles a hacer frente su situación. Es preciso destacar también, que en el amor tiene un gran papel el amor en el entorno familiar.
Como bien hemos comentado, otro punto de gran importancia es la familia. ¿Qué haríamos sin nuestra familia? Imagínense, queridos lectores, que son una víctima del bullying y que su familia le deja de apoyar, de dar consejos, de creérselo y le dice que todo lo que cuenta son imaginaciones suyas. ¿Cómo se siente ahora? Eso que está sintiendo, es la pena y el vacío que algunas víctimas sienten, ya que su familia no puede o no sabe ver de sus palabras un problema. Aunque muchas veces, encontramos que la víctima no cuenta todo lo que le ocurre y por eso la familia clasifica los actos de cosas de críos o adolescentes. Por esto mismo, es que hay que darle una gran importancia al amor y la confianza familiar, a todo ese cariño que te transmite en tu familia. Las víctimas necesitan sentir que forman parte de algo, y tener a su familia al lado las hace sentir valientes y protegidas. La familia debe fomentar y cultivar al hogar como lugar de refugio donde nada malo les va a ocurrir, como soporte emocional, donde puede desahogarse y verbalizar todo aquello que siente sin ser juzgado. La familia como célula vital de la comunidad social, es la base de la solución a muchos de los problemas de la víctima. Es donde comienza el aprendizaje del amor.
Por último, pero no menos importante, hemos de hablar de la paz. Podemos ayudar a las personas que padecen el bullying desde nuestra realidad transmitiendo la paz. “Vale más la paz que cuanto hay en el mundo” (10-8-1633), decía San José de Calasanz. Y San Pablo nos exhorta “Y que la paz de Cristo reine en vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo” Col 3,15. Por un lado, vemos el inmenso valor de la paz, y por el otro, sabernos portadores de la misma. Con pequeños aportes podemos lograr la paz en el otro, o en el lugar donde vayamos. Probablemente no entendamos del todo el día a día de alguien que sufre, pero sí estamos seguros que la caridad, el afecto, la paz, y todo el bien que podamos hacer por esa persona lo ayudará a sobrellevar su situación, a saber que no está solo y, en algún punto, le ayudará a ver la luz en tanta tiniebla. Conseguir la paz con uno mismo, no es tarea fácil, pero sí posible. Calasanz insistía “Le exhorto cuanto sé y puedo a que no pierda la paz por ningún acontecimiento, por grave que sea. Procure, más bien, conservar siempre su corazón tranquilo y unido a Dios, recurriendo a la oración cuando esté más turbado. Que suele entonces el Señor calmar la tempestad del mar”. Por eso, esto no es una tarea sólo al que sufre de bullying, sino para todos. Nosotros podemos formar parte, de manera muy sutil y con pequeñas acciones, de un ambiente positivo para la cura de la víctima. Nos convertimos en ese amor, esa confianza, pero sobretodo podemos ser el lugar de paz donde esa persona descansa. No nos cansemos nunca de ser oídos.
Es por eso, queridos lectores, que es verdad cuando afirmo que es posible, tanto desde casa como en nuestro día a día, ayudar a personas que lo necesitan, dedicar parte de nuestro tiempo, darnos sin recibir nada a cambio. Transmitir amor, bondad, cariño, confianza y paz, quizás sin ser plenamente conscientes de ello, influye en la vida de todas las personas que nos cruzamos. Que podamos ser en definitiva, otros Cristos para nuestra comunidad.