FORMAR EL JOVEN RICO – Fernando Negro

Fernando Negro

En febrero de 2015, por aquel entonces vivía en la ciudad India de Bangalore (Karnataka), fui invitado a la inauguración de una escuela de enseñanza superior, the Sacred Heart Degree College (Colegio Universitario del Sagrado Corazón de Jesús). Hacía poco que había llegado a la India y, acompañando por otro escolapio español proveniente de Argentina,[1] honré la invitación. Me impresionaron las palabras de la madre general de las hermanas de Santa Ana de Chennai[2], Rev. Sr. Leema Rosario, SA, a cuyo cargo está este colegio.

Madre Leema dijo: “Que en nuestros centros los estudiantes aprendan a través de una información que les lleve a la formación de su propio ser real. Sólo así serán capaces de soñar y, entregando lo mejor de sí mismos a este sueño, se harán capaces de transformar la realidad circundante.

¡Qué hermoso este pensamiento que va del informar para formar y finalmente transformar; desde la formación del ser real, llegar a ser agentes de transformación de todo lo que nos concierne. Éste fue precisamente el sueño de San José de Calasanz en el siglo VXII. Calasanz sufrió una tremenda transformación interior siendo ya sacerdote, en Roma, que le llevó a querer aportar el grano de arena a la transformación de la sociedad y de la Iglesia por medio de la educación. Y el sueño sigue vivo allí donde hay un escolapio o un miembro de la familia Calasancia, y donde se vive en comunidad este mismo ideal.

Mientras que educar es sacar de dentro a fuera, formar  implica recibir y procesar dentro de uno mismo lo que recibe desde fuera. Ambos procesos se conectan y se retroalimentan, pero tienen una cierta diferenciación que importan tener en cuenta. La educación busca el encuentro con uno mismo para hacer crecer la verdad que se esconde dentro. En cierta manera podemos decir que educar es  dar respuesta a la pregunta del “quién soy yo’, en búsqueda de la propia identidad.

Formar, por el contrario, es quedar informado de los diversos estilos de vida que se me ofrecen para llegar a conectar con aquel que realmente es el mío. Para formarse hay que informarse, estar abierto a posibilidades que, desde la propia identidad, me incitan e invitan a buscar y a identificar la que me ofrece una realización plena de identidad y de servicio generoso.

En el evangelio que narra el encuentro de Jesús con aquel joven rico, vemos cómo Jesús le “amó” pues veía en él oro limpio y puro, un verdadero tesoro, un campo preparado para la aventura del Reino que Él anunciaba.

El joven rico había recibido una educación excelente, probablemente por efecto de su ambiente familiar judío.  Jesús quiere formarlo, adentrarlo en la escuela del Reino, para que llegue a ser un verdadero apóstol; quizás Jesús soñó que podría ser uno de los apóstoles. Por eso, como a los otros, también a él le dirige el reto supremo: ve, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres, ven, y sígueme.”

A la identidad de buen judío Jesús le añadía  una misión especial: la de ser agente del Reino recién estrenado, la de compartir con el Mesías el poderío de Dios desde la simplicidad y la pobreza.

Sin embargo no aceptó el reto y se echó atrás. La razón fundamental, nos dice el evangelio, fue que era rico y estaba atado a sus posesiones más que a su deseo de ser fiel a su llamada profunda. Hubo un momento de discernimiento y de búsqueda, pero finalmente venció la imagen de sí mismo (las riquezas), sobre la llamada profunda del ser (el yo real).

Toda acción educativa prepara para la vida, para encontrar el puesto que Dios ha dispuesto a cada uno en la sociedad y en la Iglesia. San José de Calasanz así lo entendió en todo momento y por eso creó la primera escuela cristiana popular, especialmente destinada a los niños y jóvenes más pobres.

Su intuición de educar desde la más tierna infancia mientras a su vez preparaba a los alumnos con herramientas intelectuales y funcionales, estaba dirigida a que cada uno de ellos encontrase su vocación, pusiese a trabajar sus talentos aprendidos, y cooperar a la construcción de una sociedad más justa en la que la cultura y, sobre todo, el conocimiento del Dios de Jesucristo, llevaran el desarrollo social y cultural a nuevos niveles de calidad, transformados por efecto de la buena formación.

Es en la juventud donde se confronta y resuelve la crisis de pertenencia a través de la relación interpersonal. Una relación interpersonal que necesita de la amistad y que en el caso de las relaciones de amistad con personas de diferente sexo podría acabar en matrimonio. Es así como se avanza en esta nueva etapa existencial que abrirá la puerta a la de la juventud madura y de la madurez plena mediante las cuales la vida de la persona se convierte en potencial de vitalidad para los demás a través del efecto que cada cual deja en las generaciones venideras y al cual Erik Erickson llama “generatividad”.

Aprender un oficio, responder a la llamada profunda del ser, encontrar el puesto específico de la persona en la sociedad y en la Iglesia, ésa es la aventura de acompañamiento que la persona que educa  está llamada a vivir.

[1] P. Antonio García Sch.P., hermano de otros dos escolapios ya fallecidos: Eduardo y Juan García.

[2] Las hermanas de Santa Ana de Chennai fueron fundadas en la segunda mitad del siglo XIX en Chennai, capital del estado de Tamil Nadu, por una mujer casada, la Sierva de Dios Madre Thatipathri Gnanamma (1822-1874)