COMO NIÑOS JUGANDO EN LA PLAZA – Fernando Negro

Fernando Negro

El mundo infantil se desarrolla básicamente a través del juego. No hay niño/a que aprenda sin jugar. Para el/la niño/a jugar es vivir en la realidad, una realidad fantasiosa que a lo largo de los años irá conectando con la realidad cruda de los avatares y las luchas. Pero de momento, el/la niño/a necesita usar la imaginación para conectarse con lo real y así activar las potencialidades que poco a poco serán conductos y herramientas que le ayudarán a madurar.

Jesús, que estaba perfectamente integrado en todos los componentes de su personalidad, y que había asimilado y conectado las dinámicas de su infancia con las de su crecimiento como persona madura, sintonizaba con el mundo infantil porque dejaba en libertad la esencia de la niñez: el asombro, la belleza, la bondad, la espontaneidad, el sentido del humor, la vulnerabilidad,  la confianza y la apertura del misterio.

Desde esas coordenadas Jesús hablaba de un Reino que ya estaba en medio de los humanos. Ese Reino era Él mismo, pero sus contemporáneos estaban demasiado cegados y cerrados a la realidad divina que estaba irrumpiendo en medio de ellos. Querían que Jesús hiciera más signos para que pudieran creer en Él.

Ante este panorama, Jesús se siente frustrado y se acuerda de uno de los juegos en los que seguramente  participaba cuando era pequeño: el juego de los instrumentos musicales, en el que un niño/a, o varios/as, interpretaba una música alegre o triste, dependiendo, y el resto del grupo deberían reír, saltar, o llorar, de acuerdo a la melodía.

Pero aquella generación ha perdido el sentido de la infancia, y en lugar de llorar cuando la melodía es triste (Juan Bautista) se ponen a cantar de gozo; pero cuando la melodía es alegre (Jesús mismo), se ponen a llorar. No los entiende.

La auténtica acción educadora busca que el/la niño/a que todos llevamos dentro resucite y viva plenamente en el devenir de las distintas etapas del desarrollo humano. Por eso Jesús apelaba al “ser como niños” cuando  llamada a la conversión, para que así puedan todos entrar en el Reino de los Cielos.

La experiencia de Dios, cuando es disfuncional y pierde el sentido del humor, pierde a su vez el sentido del amor. No olvidemos que la palabra ‘humus’, que significa ‘suelo’, es la raíz etimológica de humor. El humor nos humaniza. La auténtica experiencia espiritual  nos lleva a la humanidad transformada por la fuerza del amor.

El sentido del humor, correlativo con el sentido del juego, nos lleva a des-centrarnos de nuestra auto-importancia, para auto-observarnos y llegar a la conclusión de que no hay nada más hermoso que ser vulnerablemente humanos. Es desde la vulnerabilidad como podemos crecer cada día, pues llegamos a intuir que no importa tanto la perfección como el proceso de crecimiento

La persona que educa se abaja al nivel del educando y le ayuda a crecer caminando su mismo paso, sin acelerar, con paciencia y sentido de dirección. Calasanz así lo vivió y así lo enseñó. “Según sabemos por experiencia, aquellos que desde la primera edad fueron instruidos en la doctrina cristiana desde niños bebieron juntamente la piedad y las letras, en general terminaron siendo perfectos, como lo demuestran claramente los ejemplos de los santos en la historia de la iglesia.” (DC 1200; en 1621).

Un signo claro de la infancia espiritual a la que nos llama el Maestro, es el de la alegría que nace de dentro, la alegría que brota de un corazón reconciliado. Hoy se habla por todos lados de la depresión. Es un tema contemporáneo, aunque ésta siempre existió, y en tiempo de Calasanz se le llamaba ‘melancolía’. Calasanz invitaba en sus cartas a evitar la tristeza, tratando de poner en la mente pensamientos gozosos, y actuando de forma positiva en el aquí-y-ahora.

“No admita pensamientos melancólicos, que suelen apretar el corazón y turbar la mente, sino piense en cosas que le puedan causar alegría, por ejemplo el premio que tiene Dios aparejado para los que ayudan a los pobres, principalmente en las cosas espirituales y santo temor de Dios.”[1] “Procure vivir alegremente. Que, si une la paciencia a la alegría, realizará obras de mucho mérito.”(1184; 12/10/1621)

Un corazón festivo y alegre está disponible para la creatividad, mientras que la rigidez y la exactitud crean sensación de agobio y tristeza interiores, pues el movimiento natural del corazón humano es el de la expansión libre hacia el infinito. La creatividad es respuesta al amor y la motivación positiva que recibimos de fuera. Pero cuando nos sentimos constreñidos, solemos actuar como  estudiantes rebeldes que sistemáticamente se niegan a crecer y aprender. Así es como la persona que educa al estilo Calasancio debería actuar siempre: fomentando el apoyo positivo más que el de la reprimenda y el miedo.[2]

“Procure agradar a Dios humillándose cuanto pueda y enseñando con el mismo afecto con que enseñaría si viera que Dios le estaba mirando cuando enseña o cuando se prepara para enseñar.” (Al P. M. Alacchi, Roma, 25/12/1632; c. 1938). “Sepa que, cuando los alumnos ven amor de padre en el maestro e interés de su aprovechamiento, van con gusto a la escuela, aunque no hay representaciones.”(Al P. Santiago Graziani, Roma, 03/12/1633; c. 21 48).

[1] DC 1172; 23/11/1623)

[2] Julia Cameron, “The Artist Way Every Day, A Year of Creative Living”, Penguin, New York, 2009, p. 166