Hasta los demonios
IÑAKI OTAÑO
Jesús envía a sus discípulos en misión de dos en dos. Así podrán dialogar y contrastar. Salir de sí mismo, no pretender erigirse en protagonista, y dialogar. Mejor para todos si la responsabilidad es compartida y no acaparada.
No poner la confianza en la acumulación de medios materiales sino partir del servicio humilde. Ni talega ni alforja; no guardar para sí lo mucho que uno encuentra en el camino de la vida. Disfrutar compartiendo.
El bastón se llevaba para defenderse de los animales salvajes y de los agresores. Los discípulos no repartirán palos a diestro y siniestro. Se acercarán a la gente de manera pacífica, sin agredir a nadie.
Tampoco llevarán sandalias. Los esclavos en ese tiempo iban descalzos. Vosotros no vais de dueños que aplastan sino de servidores.
Cuando Jesús dice que no se detengan a saludar a nadie por el camino, no les está diciendo que sean unos insociables. El saludo solía incluir una larga conversación interminable. Tampoco es Jesús contrario a la conversación animada. Pero no quiere que nadie se atasque en discusiones que no llevan a ninguna parte y hacen olvidar o desviarse de lo que nunca se debería orillar.
Sembrad la paz entre la gente y en las casas. Que vuestras personas y vuestro mensaje sean de paz y conforten a las personas.
Si no os reciben bien, sacudid el polvo de vuestros pies. Que el fracaso no se os pegue a vuestra piel de manera que os condicione vuestro presente y vuestro futuro. Saber relativizarlo, pasar página y superarlo.
El clima del mensaje no debe ser sombrío sino de alegría. Las palabras y los signos son buena noticia, no de amargura o condenación.
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: “La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: ‘está cerca de vosotros el Reino de Dios’. Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: ‘Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el Reino de Dios’. Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo”.
Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. Él les contestó: “Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo”. (Lc 10,1-12. 17-20).
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