En días como hoy, donde las noticias y realidades que nos rodean no nos dejan ver la luz, me gustaría que el mundo se convirtiera en un mundo más humano, justo y solidario. Cuando vemos que no ocurre, todos y especialmente los cristianos, caemos en la tristeza porque Dios no es capaz de acabar con estas injusticias.
Entonces es cuando debemos caer en la cuenta de que nosotros somos la primera obra de Dios; nos envió a su Hijo para enseñarnos como vencer a la muerte, y así nos convierte en personas capaces de cambiar el mundo, de acabar con las injusticias, un motor de cambio.
Y no sólo hablo de religiones, creencias, culturas, idiomas… hablo de cambiar el mundo desde la motivación que cada uno tenga, siempre viendo en el otro a una persona digna y plena como tú mismo, a un hermano.
Esta reflexión me vino a la cabeza en el campo de refugiados de Skaramangas, cerca de Atenas, en Semana Santa del 2018. Quise guardar en esta foto, un momento en el que me quedé a solas, y vi el cielo y el infierno a la vez ante mis ojos, el bien y el mal, la maravillosa puesta de sol ante el mar, todo ello obra de Dios, y el infierno creado por los hombres en forma casetas que albergaban refugiados que huían de guerras, miserias… pero también pude ver como el ser humano busca la manera de seguir hacia delante como sea, y que la sonrisa es mucho más poderosa que los horribles recuerdos que guardan en su corazón.
Ojalá algún día podamos ver sólo el cielo, siendo habitado y contemplado por miles de personas libres, dignas y plenas. Porque veo que hay gente con voluntad y ganas de que esto cambie, con la acción, con sonrisas que superan cualquier idioma, y choques culturales que se convierten en la aceptación y respeto del otro, porque somos iguales, somos personas…y, por eso ellos, antes que refugiados son personas.
Hoy os invito a apostar por el cambio, porque el mundo está lleno de mujeres y hombres buenos.
Mucha fuerza a todos los que ya están siendo parte del cambio y a los que necesitan un pequeño empujón para empezar a serlo. Y también, de manera especial, que el amor de Jesús resucitado nos llegue a todos los que sentimos que nos mueve, para unirnos como iguales a todas esas personas que su motivación es otra, pero que su fin es el mismo, ser más humanos.
Cesar Bedoya