En el evangelio del domingo pasado, los apóstoles le piden a Jesús que les aumente la fe. Jesús les contesta que con muy poquita fe se pueden hacer grandísimas cosas.
Hoy pocos jóvenes piden fe, y pocos jóvenes creen que la fe pueda hacer grandes milagros.
Es como si nuestra cultura juvenil fuera pesimista. Como si nuestra imaginación no quisiera comprometerse en grandes proyectos de cambio, considerándolos ilusiones en las que mejor no enamorarse para así no decepcionarse. Es como si nuestra capacidad de soñar un cambio hubiera dejado de funcionar, y ni el pasado nos enseña ni el futuro tira de nosotros hacia nada, y entonces sólo queda un presente vacío y tonto en el que sobrevivir lo más entretenidamente posible. Así, tenemos el triste dato de que el 80% de los jóvenes españoles no participan en ninguna asociación ni colectivo social. Cuatro de cada cinco.
Pero hay algunos jóvenes, líderes esperanzados, que sí tienen fe. Son pocos. Un 20%. Algunos de ellos entrenan chavalitos, otros los llevan de campamento. Algunos son voluntarios en residencias. Otros escriben y denuncian. Algunos se apuntan al grupo feminista, o al que lucha contra el cambio climático. Muchos de ellos tienen fe religiosa.
¿No nos vendría bien resucitar un poco nuestra imaginación y capacidad de soñar, para encender nuestro corazón y mover nuestra energía hacia todos los lugares y personas que necesitan un milagro? ¿No podríamos ya hacer milagros con nuestra poquita fe?