MARÍA, REINA DE LAS ESCUELAS PÍAS – Fernando Negro

Fernando Negro

María es modelo de vida consagrada y educadora. La corona de las doce estrellas, escrita por San José de Calasanz deja claro este papel imprescindible en el proceso de encarnación del hijo de Dios. Un proceso que comienza con el sí total e incondicional al plan de Dios manifestado por el Arcángel Gabriel (concepción virginal), y que se extiende a lo largo del proceso de maduración de Jesús en la intrahistoria de Nazaret durante la infancia y el resto de la vida pública hasta su muerte y resurrección.

El sí de María se extendió a lo largo de su proceso humano en fidelidad absoluta al Dios de las promesas. Una fe mística, purificadora, de acercamiento progresivo a la luz que le deslumbraba, sabiduría que guardaba en su corazón. A veces hemos hecho de María un estereotipo facilón de fe angelical al son de instrumentos musicales celestes. Y nos hemos olvidado de que si la experiencia mística ha tenido siempre un algo de dramático y oscuro, camino de la luz, la experiencia mística de María debió haber sido sumamente enraizada en el gozo doloroso de la fe. Esta canción popular nos da cuenta de ello:

MADRE DE LOS CREYENTES

QUE SIEMPRE FUISTE FIEL.

DANOS TU CONFIANZA,

DANOS TU FE.

DANOS TU CONFIANZA,

DANOS TU FE.

 

  1. Pasaste por el mundo en medio de tinieblas

sufriendo a cada paso la noche de la fe.

Sintiendo cada día la espada del silencio,

a oscuras padeciste el riesgo de creer.

  1. La fe por el desierto a lomos de un asnillo,

la fe cuando en las bodas Jesús se hizo esperar,

la fe cuando pensaron que el Hijo estaba loco,

la fe sobre el calvario al borde de acabar.

 

  1. Guardaste bajo llave las dudas y batallas

formándose el misterio al pie del corazón.

Debajo de tu pecho de amor inagotable

la historia se escribía de nuestra redención.

MADRE DE LOS HIJOS POBRES.

Al final proclamamos a María como Reina de la creación, pero lo es no por la corona con que la representamos, sino porque desde la noche oscura, camino de la luz sin ocaso, aprendió a desligarse de ataduras y pudo experimentar lo que Pablo de Tarso expresa tan bien en una de sus cartas: “Ya sea Pablo, o Apolo, o Cefas, o el mundo, o la vida, o la muerte, o lo presente, o lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.”[1]

Si hay alguien que pudo aplicarse estas palabras, fue María. Desde esta experiencia fundante, María es Reina, pues se coloca libre de todo lo que pudiera ser interferencia entre ella y el deseo de Dios en su vida.

Y, como extensión de ese reinado, la proclamamos Reina de las Escuelas Pías. Sobre su regazo se sienta Jesús, su hijo, y a su amparo nos acogemos confiando en que jamás seremos desatendidos, pues su sí continúa en la historia de la humanidad y de la Iglesia, más específicamente en la historia de la familia Calasancia.

Ella guía, anima y estimula el crecimiento espiritual de los educadores Calasancios que se acogen a su protección. Ese crecimiento espiritual es la única garantía de que el educador Calasancio será de verdad eficiente según los deseos de Dios. De lo contrario caeremos en el activismo, el eficacismo, el administratismo y el  profesionalismo que, aunque correctos, están desprovistos de alma y corazón.

María, Reina de las Escuelas Pías y de la familia Calasancia, ¡ruega por nosotros!

[1] 1Co 3, 22