¿Qué prefieres, susto o muerte? – 1 de noviembre

Ni todos los vivos están vivos, ni todos los muertos están muertos.

Esto parece que ya no tiene marcha atrás: que estas fechas se han orientado comercialmente a los productos vinculados con el miedo y sus variantes fantasmagóricas. A los niños les ha cautivado eso de vestirse de muerto viviente con disfraces de esqueleto o máscaras de zombies. ¿Y a los jóvenes?
Pues algunos jóvenes he visto que, aunque comen y se mueven, no parecen estar muy vivos. Se dijera que perdieron el por qué vivir. No todo el que parece que está vivo, lo está de verdad. Es triste decirlo pero hay jóvenes que llevan puesto un traje de muerte todo el tiempo.

Pero están los otros, los que se pusieron el traje de fiesta, los felices, los que se lanzaron detrás de sus mejores ideales y de sus más profundas intuiciones. Esos que derrochan alegría y sacan tiempo para el voluntariado y para la escucha del amigo. Son multitud, y allá por donde pasan queda una estela de vida y esperanza. Quizá no escribieron tratados sobre el sentido de la vida, pero basta ver sus andares para saber que sus pasos se dirigen siempre en la misma dirección, al otro. Esos están vivos. Y aún digo más, con Jesús: digo que aunque mueran, vivirán.

De niño nos gustaba jugar a aquello de preguntar: ¿qué prefieres “zuto” o “muete”? (o sea, susto o muerte. Ante tal disyuntiva, lo lógico era decir susto… ¡quién va a querer la muerte! Y entonces el juego seguía con un susto por parte del niño. Algo así como UUUUH!!. La reacción del asustado era siempre la misma: ¡uy, qué susto! Y el chiste llegaba cuando le decías: “aaaah, haber elegido muerte!

Puede que el Evangelio como respuesta a los interrogantes del ser humano de un poco de “zuto” al principio, y no parezca una demasiado atrayente propuesta de felicidad: amar, complicarse la vida, cambiar, orar, ser coherente, perdonar, amar, amar, amar… Mucho trabajo. Un poco de susto.

Pero es que la alternativa es la muerte: la apatía, la desgana, el descompromiso, la soledad en mitad de la masa, el agobio, las mil maneras de suicidarse lentamente.
Así que desde aquí te invitamos a que elijas susto. Sí, un poco de vértigo: amar, entregar la vida, da susto. Pero cuando confías y te entregas, el susto y el vértigo se convierten en una aventura por los caminos del Reino que no deja de sorprendernos en cada esquina, porque el amor es siempre nuevo.

¿Qué prefieres “zuto” o “muete”?

Juan Carlos de la Riva